Los Incas


La cultura incaica tiene su origen en la cuenca del lago Titicaca. Manco Cápac, fundador de la dinastía, se estableció en el Cuzco hacia el siglo XI, influyendo sobre los grupos del lugar. Tres siglos más tarde, el Inca Viracocha y su hijo Pachacutec conquistaron antes a los chancas y después el Collao. Los incas avanzaron hacia el norte sobre el imperio chimú y, después de conquistarlo, pasaron a la zona quiteña de Ecuador. Los sucesores, Tupac Inca Yupanqui y Huaina Cápac, consolidaron la conquista quiteña, incorporando en el sur el altiplano boliviano hasta el norte de Argentina y Chile y avanzando por el Este hasta los llanos de Mojos, en la Amazonia boliviana.
El Imperio fue dividido en cuatro partes: Chinchasuyo, Antisuyo, Contisuyo y Collasuyo. Era un estado colectivista en que el producto económico, basado principalmente en la agricultura, se dividía también en cuatro partes: inca y su familia; sacerdotes y templo; viudas y huérfanos, y pueblo. La religión incaica, a partir de Pachacutec, tiene por dios principal al Sol, al que siguen en importancia la Luna y el Rayo. Las fiestas principales eran los días de los solsticios y equinoccios, siendo de mayor importancia el Inti Raymi (21 de junio).
Los cultivos se realizaban en andanerías, aprovechando las laderas de las montañas; se cultivó en ellas papa, coca, quinua y maíz, y en los llanos, algodón. Grandes rebaños de llamas, alpacas y vicuñas proveían de carne y lana. El cuís o conejillo de indias completaba la dieta alimenticia. Una amplia red de caminos favorecía las comunicaciones y el correo se hacía mediante "chasquis" con relevos. Los "mitimaes" o poblaciones trasplantadas favorecieron la colonización y estabilidad del Imperio.
Ante todo, los incas fueron grandes organizadores y constructores, destacando en su cultura el trazado de ciudades y la calidad de sus edificaciones. Para los muros se empleó la piedra, con arcilla o sin ella en las juntas, y para las cubiertas la madera. Las construcciones presentan diversos tipos de aparejo: megalítico, que alcanza dimensiones hasta de 5 X 5 m; poligonal, aprovechando la forma original de las piedras (en este caso, la talla conserva los ángulos que suelen ser hasta doce o más); sillar; sillarejo; manipostería ordinaria, y, finalmente, pirca, consistente en piezas pétreas colocadas unas sobre otras. Los muros son en talud, y en los aparejos poligonal y megalítico el ajuste de las piezas es perfecto. Los huecos para puertas y ventanas tienen forma trapezoidal. Las cubiertas eran de paja sobre estructura de madera sujeta a los muros. Los pavimentos, especialmente en los caminos, son de aparejo poligonal con gradas para salvar los desniveles; los puentes son colgantes, con cables de fibra de magüey o cabuya.
Los edificios más importantes son los templos, recintos rectangulares con una hilera de puertas en uno de los lados mayores y en el interior nichos u hornacinas. En el centro, a fin de sostener la cubierta a dos aguas, se alza un muro o fila de columnas. Los palacios y edificios civiles se ordenan en torno a patios o "canchas". Templos, palacios y casas se adaptan a la topografía del lugar, terminando a veces en muros curvos. Las fortalezas tienen muros dobles o triples, de planta dentada.
La tradición religiosa incaica mantuvo para los sitios de veneración la arquitectura rupestre de complicada simbología. En la mayoría de los lugares sagrados aparecen construcciones talladas en la roca en forma de asientos, cuevas, ventanillas y complicadas redes de desagüe. En los santuarios aparecen menhires aislados.
Las ciudades, por su trazado, pertenecen a dos categorías: aquellas que fueron evolucionando a través del tiempo, como Cuzco, y las que responden a una planificación, como Ollantaytambo, Machu-picchu, etc.


Piedra de los doce angulos
Piedra de los doce ángulos (Palacio de Hatunrumiyoc, Cuzco). El sillar del palacio de Inca Roca es un ejemplo de la paciencia, la obstinación y la perseverancia del pueblo inca para enfrentarse con las empresas más difíciles. En su complicado encaje de ángulos irregulares se han empleados bloques de piedra de formas desiguales consiguiendo no obstante un ajuste perfecto. Todos los sillares coinciden unos con otros con asombrosa precisión milimétrica y se ensamblan con tan sólida estabilidad que no se ha necesitado argamasa para su construcción.