Eusebi Güell, uno de los mejores amigos de Gaudí y su principal mecenas, encargó al arquitecto en 1884 las obras de una finca situada entre Les Corts y Sarria, actualmente barrios de Barcelona pero en su momento pueblos del extrarradio.
Además de rehabilitar algunos edificios existentes, Gaudí había de construir otros módulos y elementos adicionales -como un muro de cierre con tres puertas, una portería, las caballerizas, una fuente, un mirador y la capilla de la residencia- y tenía que diseñar diversos complementos decorativos.
El vasto solar estaba compuesto por tres fincas, Can Feliu y Torre Baldiró, adquiridas por Güell en 1870, y Can Cuyas, comprada en 1883. En esta última el arquitecto ubicó la entrada principal, a la que otorgó una enorme importancia atendiendo a los deseos del propietario. Se compone de dos puertas de entrada -una para personas y otra para carruajes- y está flanqueada por dos pabellones: el habitáculo del conserje y las caballerizas, comunicadas con otra estancia empleada como picadero.
La portería se concibió como un pabellón distribuido en tres cuerpos: el principal, de planta octogonal, y los dos volúmenes adosados, de planta rectangular Por su parte, las caballerizas se dibujaron como un espacio unitario de planta rectangular con arcos parabólicos y bóvedas tabicadas. Gracias al empleo de aberturas trapezoidales, disponen de una generosa entrada de luz, acentuada por el blanco de los muros. Junto a esta nave se situó una pequeña sala cuadrangular cubierta con una cúpula, que era el picadero.
Entre la portería y las cuadras se encuentra la gran puerta de hierro forjado que contiene la escultura de un dragón. Se trata de un trabajo artesanal creado por el Taller Vallet i Piqué en 1885 a partir de un diseño de Gaudí. Todo parece indicar que el arquitecto se inspiró en la mitología griega, concretamente en la leyenda del Jardín de las Hespérides, en la que se cuenta la historia de tres ninfas a las que se encargó velar por las manzanas de oro y que al perderlas fueron transformadas en árbol como castigo. El jardín de la leyenda estaba custodiado por un inhóspito dragón. Junto a esta verja, una puerta más pequeña da acceso a los peatones. Un arco parabólico cubierto por una moldura con motivos vegetales da forma a esta entrada.
Volver a Antoni Gaudí