Las grandes ciudades precolombinas


En el urbanismo de las grandes ciudades precolombinas como Tenochtitlán, la actual Ciudad de México, o Cuzco, la capital inca, se aprovecharon los edificios emblemáticos indígenas para situar en ellos los nuevos centros de gobierno y de culto religioso. Así, el antiguo centro ceremonial de Tenochtitlán se convirtió a partir de la llegada de los españoles en la plaza mayor, la catedral y el palacio del virrey.
Respecto a los nuevos asentamientos, la construcción en la América hispana se rigió por una serie de Instrucciones y Ordenanzas que constituyeron un modelo urbanístico incluso en Europa. Entre tales normas se contemplaba no sólo la necesidad de elegir un emplazamiento idóneo con agua, materiales de construcción cercanos, tierras aptas para el cultivo y fáciles comunicaciones, sino también las dimensiones de la plaza mayor y los edificios representativos que ésta debería albergar (catedral, palacio del virrey, cabildo, etc.), la ubicación de las plazas menores y el carácter monumental de los edificios que se habían de erigir para que los indígenas comprendieran que los españoles habían llegado para quedarse.
De esta manera, los fundadores de cada ciudad ocuparon los palacios construidos en las plazas mayores, y las calles circundantes tomaron el nombre de sus vecinos más sobresalientes. Excepciones al trazado en cuadrícula, el más empleado, fueron las ciudades mineras, como fue el caso de Zacatecas (México) o Potosí (Bolivia), cuya ordenación se efectuó en función de los caminos más aptos para el traslado de los minerales, y las misiones.


Vista de la gran plaza del Zocalo
Vista de la gran plaza del Zócalo, en Ciudad de México, con la catedral Metropolitana y el palacio de Gobierno al fondo.