La civilización y el arte fenicio se han manifestado no sólo en Fenicia, sino más allá de esta costa mediterránea a través de las guerras, las transacciones comerciales y sus colonias. El estilo fenicio, con sus imitaciones o su inspiración, se deja reconocer fácilmente en todos los territorios sellados por su paso.
Las primeras formas de cultura prefenicia se dieron en la época del Neolítico, cuando el hombre, ya familiarizado con la pesca y la agricultura, formó poblados de los que la colina de Biblos ha conservado un rico material, procedente del VI y V milenios, donde podemos ya percibir la vibración de una expresión rica en aspectos diversos de forma y decoración: cuencos de fino contorno decorados con grabados muy depurados que se asemejan al arte que predominó mucho más tarde entre los mayas, vasos decorados con triángulos punteados a la manera de los mosaicos del templo de Uruk o figuritas de barro cocido encontradas en Biblos y parecidas a las de Eridu, en Mesopotamia.
Semejanzas, influencias o a veces parecidos aún inexplicables en nuestros días, que nos revelan la personalidad del arte de un pueblo activo y viajero capaz de asimilar, desde la encrucijada del mundo antiguo, la riqueza egipcia y mesopotámica expresándose con un espíritu vivo y sensible que hizo posible unas obras artísticas que, lejos de ser una copia servil, llevan la marca de su carácter personal.
A finales del IV milenio, el mundo oriental se estabilizó. La antigua Biblos, ciudad amurallada, se desarrolló durante este período. La ciudad contaba con dos puertas, una al norte y la otra al sur, pero tenía su entrada principal en el lado nordeste.
A partir del III milenio, las viviendas adoptaron una forma definitiva de planta rectangular, con los muros de piedra hasta cierta altura y la parte superior de madera. Las casas fenicias representadas en los relieves asirios son estrechas y altas, y están provistas de recios contrafuertes; muchas tienen galerías de ventanas con barandillas de balaustre y torres. Las casas estaban cubiertas de terrazas donde se cultivaban arbustos o pequeñas palmeras, probablemente en tinajas.
Las edificaciones domésticas tienden a ganar en altura cuando la ciudad crece entre sus murallas. Aunque existe abundante documentación literaria y monumental sobre la arquitectura civil y religiosa del III milenio, no se han conservado restos posteriores, desaparecidos bajo otras poblaciones modernas. Ciudades como la esplendorosa Tiro o Sidón son aún una incógnita. Se trataba de ciudades emplazadas en una isla próxima a la costa o en un promontorio unido a tierra firme por un itsmo (Sidón, Biblos).
En Biblos, durante el III milenio, se construyeron templos y edificios importantes, de los cuales el templo de Baalat Guebal y el templo en forma de «L» son los testimonios más antiguos y donde se han encontrado los restos artísticos más importantes de este momento: exvotos de barro cocido, vasos zoomorfos que consiguen expresar esquemáticamente la forma y movimiento del animal y están decorados con motivos pintados con tierras.
Ejemplos que muestran ya los caracteres más destacados del arte fenicio; estilización y vida son las bases artísticas de la expresión fenicia. Un arte propio que ya denota la influencia del arte extranjero, en especial de Mesopotamia y Egipto.
A comienzos del III milenio, la influencia meso-potámica está presente en el arte fenicio de manera destacada; más tarde, a esta influencia vino a yuxtaponerse la egipcia. Los tesoros de la ciudad de Biblos son una valiosa muestra de estos influjos y del carácter del arte fenicio.
En los siglos XIX y XVIII a.C, se estrechan las relaciones entre Egipto y Biblos, y los faraones colman de ricos regalos los templos y a los soberanos de esta ciudad. No sólo llegan las muestras artísticas, sino que se imponen también los modelos protocolarios de los faraones. Los reyes de Biblos actuaban siguiendo el modelo egipcio y se adornaban con atributos de la realeza faraónica: corona de uraneus ornada con jeroglíficos, collares de oro con halcones de alas desplegadas, pectorales o medallones de oro alveolado cuyo tema y técnica son plenamente egipcios.
Los reyes se hicieron construir tumbas a la manera de las mastabas egipcias, cuya arquitectura no denota gran pericia constructiva pero cuyos tesoros son notables. En especial destaca la tumba y el ajuar del rey Abi Chemu, quien se hizo traer un voluminoso bloque monolítico de piedra caliza que, una vez vaciado, le sirvió de caja para el sarcófago. Este rey llevaba, a la manera egipcia, una placa de oro alrededor del cuello en la que se representaba un halcón con las alas desplegadas, inspiración egipcia a la que se le sumó el carácter fenicio con la inclusión del símbolo de la palmera.
Máscara (Musée du Louvre, París). Muchas de las piezas fenicias que se conservan actualmente fueron halladas en excavaciones de las necrópolis. El ejemplo de esta máscara muestra la influencia que tendría posteriormente en el arte grecolatino, con sus grandes aberturas para los ojos y la fina tersura de la cara.