De todos modos, lo que más sorprendió y sedujo a los europeos tueron las piezas talladas en marfil. Desde los prinieros contactos, los artefactos elefantinos fueron llevados desde la costa de África occidental hacia Europa, donde fueron muy apreciados y, por consiguiente, se transformaron en uno de los objetos más demandados en el comercio afroportugués durante los siglos XV y XVI. Esta demanda se convirtió en una espiral infinita: como más crecía el comercio portugués, más aumentaba la demanda de marfiles, cosa que propició que los líderes africanos empezaran a controlar muy severamente su distribución.
Inicialmente, estas piezas tuvieron la consideración de regalos para los patronos que habían financiado los viajes a África, los cuales las guardaban en los gabinetes de curiosidades junto a otras obras «exóticas» de alrededor del mundo. Así se mostraban junto a cuernos, conchas, plumas y piedras entre otros objetos varios. Una vez su fama se extendió por los círculos de nobles y curiosos de Europa, se empezaron a encargar obras.
Los realizadores principales de dichos utensilios fueron los artesanos Sapi y Sherbro de Sierra Leona y los del reino de Benin.
Las condiciones de patronazgo de estos artesanos africanos eran las mismas que las de sus homólogos europeos del mismo período. Los patronos encargaban las obras detallando muy específicamente sus deseos y las condiciones de la ejecución. A veces, incluso, se llevaron modelos, y en muchas ocasiones se emplearon esbozos para que los talladores africanos representaran lo que el comitente deseaba.
La función y organización de los artesanos era idéntica a la europea. En una sociedad prácticamente analfabeta, las imágenes servían a todas luces como sistema de enseñanza y se empleaban para educar en el conocimiento, las creencias y las normas. Los artistas de Benin y los Sapi y Sherbro se establecían en torno a talleres y aprendían de un maestro. Sin embargo, a diferencia de Europa, el maestrazgo africano era más complicado, pues no se realizaba un objeto en sí, sino que detrás de la materia había toda una significación religiosa y ritual que había de mantenerse y saber transmitir. Por el número de objetos conservados, se cree que no hubo más de cuarenta talleres entre ambas zonas.
Así pues, el arte afroportugués ensamblará las concepciones estéticas africanas y europeas. De Europa tomará la idea de la escena narrativa y el uso de la profundidad, y de África adquirirá la articulación geométrica y el diseño de amplias líneas.
Entre los objetos más usuales, se encuentran los recipientes para condimentos y como servicios de mesa. Puede decirse que los saleros, de manera muy somera, representan la unión entre ambas culturas: el objeto redondeado, que recuerda a la calabaza, empleada todavía hoy en África como receptáculo e instrumento musical, sería la vertiente africana, y el uso como salero, la europea.
En estos receptáculos se combinan a la perfección ambas culturas. Encontramos representaciones de guerreros africanos, militares europeos, escenas bíblicas, diseños geométricos y animales fantásticos, entre muchos otros, que describen todo aquello que los patrones encomendaban a los artesanos. Algunos autores han apuntado también la posibilidad de que existieran diseños estándares y que podían ser vendidos sin encargo previo, ya que se han conservado cuatro saleros prácticamente idénticos, cuando lo normal en un servicio de mesa son dos.
Durante mucho tiempo estas piezas fueron totalmente ignoradas por considerarlas propias de los gabinetes de curiosidades. Hasta los trabajos de William Fagg y Ezio Basanni, no se sacó a relucir la importancia de esta tipología artística, porque tampoco se veía un estilo definido al que afiliar estas obras.
Tras compararlas con detenimiento con las piezas de los pueblos Sherbro y de Benin, estos estudiosos se dieron cuenta de que eran piezas de técnica netamente africana, pero adulteradas por la temática y la funcionalidad europeas.
Tapa de salero (British Museum, Londres). Pieza de 1550, tallada en marfil con la forma de un barco portugués. En la época de la colonización europea de África era muy habitual la elaboración de objetos de este tipo por artesanos africanos, para satisfacer las necesidades de los colonizadores.
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