Realmente, las máscaras están presentes en todas las ceremonias y actividades importantes de las sociedades negroafricanas. Así, se invoca a los espíritus de la fecundidad en el momento de iniciar la siembra o de recoger la cosecha. Se les invoca en las ceremonias nupciales para que la nueva pareja sea fecunda y dé muchos hijos a su pueblo.
Los espíritus de los animales son requeridos mediante ceremonias y danzas en los que actúan hombres cubiertos con máscaras, en las que aparecen atributos y rasgos propios de los animales invocados, bien para propiciar una buena caza, bien para alejarlos del grupo o del poblado, si son animales dañinos.
Los pueblos que han desarrollado un panteón de divinidades y una mitología relacionada con ellos celebran ceremonias en las que los participantes, enmascarados, animan con sus gestos y movimientos los relatos míticos que relacionan a la divinidad con el grupo social en cuestión. Las máscaras también pueden revestir un carácter antisocial, cuando las usan hechiceros o brujos, para captar la fuerza de los espíritus malignos y encauzarla hacia fines perversos.
Una característica común a la mayor parte de los pueblos negroafricanos son las denominadas sociedades secretas. Se trata de asociaciones que agrupan a ciertos individuos de un poblado para realizar alguna tarea en común: sociedades de cazadores, de herreros, sociedades que se ocupan del gobierno del poblado, de la administración de justicia, del mantenimiento del orden o de la iniciación de los jóvenes.
Cada una de estas sociedades observa ceremonias especiales de iniciación de los nuevos miembros, en cuyo contexto se efectúan ritos y danzas en las que actúan elementos enmascarados.
Las sociedades más ampliamente extendidas son las dedicadas a la iniciación de los niños, que también han sido denominadas escuelas de la selva, ya que en su seno los niños van aprendiendo los conocimientos de los adultos: el cultivo de la tierra, los métodos de caza y pesca, y los relatos acerca de las hazañas de sus antepasados.
En estas «escuelas de la selva», los niños son sometidos a duras pruebas para fortalecer su cuerpo y su espíritu. En muchas de estas pruebas participan hombres enmascarados y los hechiceros practican a los niños los tatuajes, marcas y escarificaciones que les identificarán como miembros del grupo; por último, y como signo de entrada en la edad adulta, el hechicero los circuncidará.
Cabe decir que, desde el punto de vista estético, las máscaras constituyen, sin duda, la más original, vigorosa, variada, expresiva y bella de las realizaciones plásticas de las culturas negroafricanas.
Entre las tallas africanas hay que destacar un tipo de hguras relacionadas con la magia, generalmente de tipo maléfico, o de magia negra; son los denominados fetiches (de la palabra portuguesa feitiço, hechizo). Son casi siempre figuras humanas o de animales de pequeño tamaño, y su poder mágico, su fuerza, no radica en la estatuilla propiamente dicha, sino en alguna sustancia, dotada de poderes mágicos, que se conserva en su interior, generalmente en una cavidad excavada en el torso o en el ombligo de la figurilla, que va tapada en muchas ocasiones por un espejito.
Las sustancias mágicas pueden ser pequeños huesos de animales, garras, o colmillos de león o leopardo, picos de pájaros o cabellos de algún brujo. Un tipo especialmente maligno de fetiches son los llamados «de clavos»; son figuras humanas, erizadas de clavos de hierro, cada uno de los cuales representa una maldición, un conjuro para lograr provocar la muerte, o un daño intenso, a otro ser humano. Al parecer, los fetiches tienen su origen en los relicarios introducidos en el Congo por los portugueses, en su intento por cristianizar aquellos territorios.
Algunas etnias han desarrollado tipos especiales de estatuaria, aparte de las tallas para el culto a los antepasados, las máscaras y los fetiches. En general, se trata de las tribus de cultura más desarrollada; así, los yoruba de Nigeria, descendientes de los creadores del arte de Ifé y Benin, cuyos conceptos religiosos han evolucionado hasta crear un vasto panteón de divinidades, tallan representaciones de esos dioses: Olorun, dios del mar; Obatala, diosa de la tierra, o Shango, dios del trueno.
Por otra parte, en las sociedades secretas de esta etnia se utilizan máscaras muy complejas, en forma de casco coronado por estructuras formadas por numerosos personajes; en estas escenas se representa a los dioses o los reyes rodeados por sus cortesanos, escenas míticas con numerosos animales, y también a los hombres blancos y sus extrañas costumbres, siempre cubiertos con salakot y, modernamente, montados en vespa o en coche.
Los yoruba también tallan unas figuritas de pequeño tamaño, denominadas ibeji, que se utilizan en el culto a los hermanos gemelos; si uno de ellos muere, la madre, y más tarde su mellizo, cuidarán de la estatuilla que le ha sido dedicada y le ofrecerán pequeños sacrificios y toda clase de cuidados.
Algunas tribus del Congo, como los bakuba y los bakongo, realizaron en el pasado extraordinarias esculturas representando a sus reyes. Algunas de ellas han llegado hasta el presente gracias a los especiales cuidados a que fueron sometidas, mediante unturas con aceites que las protegieron perfectamente y les proporcionaron bellas pátinas: retratos del rey Shamba Bolongongo (1600-1620) y de Kata Mbala (1810), ambas conservadas en el Museo de Tervuren (Bélgica).
Los bakuba tallaban además hermosos recipientes para libaciones rituales en forma de mujer arrodillada, que sostiene entre sus manos una copa, o también copas en forma de cabeza de mujer. Los baluba (también del Congo) realizaban taburetes y reposacabezas, usados también por el rey y su corte: el asiento reposa sobre los hombros y la cabeza de una mujer arrodillada, cuyo rostro refleja una infinita resignación.
Numerosas etnias ahicanas tallan objetos de madera para uso cotidiano, decorados con relieves e incluso con figuras exentas. Así, las puertas para las casas de los dogon y bambara de Mali, y de los senufo y baulé de Costa de Marfil; las columnas formadas por figuras superpuestas, de los yoruba de Nigeria y los fon de Dahomey (actual Benin); las cerraduras para puertas, de los dogon y bambara. Entre las etnias del Camerún es frecuente tallar taburetes cuyo asiento reposa sobre la espalda de un leopardo, y hace unas décadas, realizaban curiosos tronos para sus reyes que recubrían con infinitas sartas de cuentas de vidrio de colores.
También se decoran los instrumentos musicales: arpas, tambores, liras y otros muchos objetos.
Vaso de sacrificios tallado en madera pintada, del pueblo yoruba (Museo Ifán, Dakar). El uso de la madera fue muy extendido entre las tribus africanas. Generalmente, la talla en madera se realizaba con una azuela o un simple cuchillo. EI pueblo yoruba realizó numerosas esculturas representando divinidades, héroes y familiares, y para ritos de sociedades masculinas.
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