Habiendo acudido a Atenas al mismo tiempo comisionados de las ciudades de Cos y de Cnido, para adquirir una Afrodita, Praxíteles les dio a escoger entre las que tenía terminadas. Los de Cos prefirieron una vestida; los de Cnido aceptaron la desnuda, la cual, andando el tiempo, tenía que hacer famosa a su patria. Todos los amantes del arte en la antigüedad acudieron a ver el mármol maravilloso de Praxíteles.
La Afrodita de Cnido ha sido reconocida en varias copias romanas; la mejor se guarda en el Vaticano. Es bellísima; la cabeza es de una hermosura ideal; es el prototipo perfecto de la mujer hermosa. Sorprenden el maravilloso modelado del busto y la espalda, la forma elegante de las piernas, todo el cuerpo sobrio y macizo, sin pliegues ni hoyuelos. Hasta cierto punto es casta: su cabeza está libre de pasión; la hermosa mujer mira tranquila, sin turbarse por manifestar el encanto de la belleza inmortal de su naturaleza femenina.
Símbolo de coquetería femenina es el aro que lleva en el brazo izquierdo. Esta nota se exagera en copias e imitaciones posteriores; el severo jarro de los perfumes y la especie de toalla que sostiene con una mano se cambian en una preciosa pareja de amorcillos o delfines, que distraen del asunto principal: la belleza del desnudo cuerpo femenino. La figura se apoya sobre un solo pie; la otra pierna, doblada, no efectúa ningún esfuerzo; por esto, para el equilibrio del bloque de mármol se hacen mecánicamente necesarios el puntal del jarro y la sábana. Que ésta sea la famosa Afrodita de Praxíteles nos lo atestiguan las monedas de la pequeña ciudad doria, que la reproducen en su reverso de manera harto reconocible. El original se conservó en Cnido durante la época romana, pero en la Edad Media se trasladó a Constantinopla, donde lo guardó en su galería un coleccionista bizantino llamado Lausos.
Hasta aquí se ha hablado de obras de Praxíteles al que se debe conocer por copias y restauraciones arriesgadas. Pero el gran maestro parece haber sido el favorito de la fortuna, ya que no es un artista como Fidias, que aun en sus obras de arte ha sido injuriado tristemente por el tiempo y los hombres.
Rigurosas excavaciones del territorio helénico han proporcionado tres mármoles auténticos de Praxíteles, cincelados por su propia mano, de los cuales se tenían antiguas referencias escritas. El primero es el grupo de Hermes y Dionisos, de Olimpia. Estaba en el viejo templo de Hera. Hoy se cree que el grupo de Olimpia es una escultura de la época juvenil del maestro. Pero esta escultura de Olimpia es, después de las estatuas del Partenón, el mármol más precioso que haya legado la antigüedad. Quienes la han visto en el pequeño Museo de Olimpia no pueden olvidar el encanto de su misteriosa perfección; el mármol parece revestido de una epidermis blanda y nacarada, como si tuviera, más afinada aún, la sensibilidad contemporánea al observador. La estatua se encontró mutilada de las piernas y uno de los brazos, pero la cabeza estaba intacta; en la frente, la nariz y los labios, milagrosamente conservados, ni un solo arañazo alteraba las líneas puras del hermano de la Afrodita de Cnido.
Hermes sostiene en el brazo izquierdo al pequeño Dionisos y con la mano derecha le mostraría un racimo, que el niño hace ademán de querer alcanzar. La figura de Hermes está apoyada sobre un gran manto que pende de su brazo izquierdo. Es evidentemente la misma combinación ingeniosa de la Afrodita de Cnido, que parece sostener el ropaje que tiene sobre el jarro, pero que realmente sirve para hacer más estable la figura, algo inclinada. Un escultor formado en el cultivo de la técnica en bronce no hubiera recurrido a estos expedientes con tan grande naturalidad y tanto arte como Praxíteles; lo mismo la Afrodita de Cnido que el grupo de Hermes y Dionisos nada pierden con tener a un lado la elegante combinación de pliegues de líneas rectas que contrastan con las suaves curvas de los juveniles cuerpos divinos.
Otra obra de Praxíteles, identificada también gracias a una indicación de Pausanias, es una basa con relieves que sostenía un grupo suyo en Mantinea. El poco atento viajero dice solamente que en el zócalo de un gran grupo de Mantinea estaban representadas las Musas y Marsias tocando la flauta. Esta indicación bastó para identificar los relieves, que se encontraron vueltos al revés, sirviendo de losas en el pavimento de la iglesia. Como elementos de información resultan importantísimos, porque en las figuras de las Musas Praxíteles enseña, sobre todo, su estilo aplicado a la ejecución de imágenes femeninas vestidas, estilo que debía ser muy imitado. Las Musas de Mantinea van envueltas en holgados mantos que insinúan suavemente la noble forma de sus cuerpos.
La tercera obra de Praxíteles que se ha encontrado en las excavaciones del suelo de Grecia es la cabeza del joven Eubuleos, hallada entre las ruinas del santuario de Eleusis. Se conocían varias copias romanas de esta cabeza, algunas con la inscripción que decía ser el Eubuleos de Praxíteles. Su culto se celebraba únicamente en el santuario de los misterios; esto bastó para asegurar que el mármol descubierto era el propio original que hubo de ejecutar el escultor para Eleusis.