Arte clásico y erotismo

Erotismo sobrenatural y mágico

Es cierto que en el mundo antiguo existía una enorme cantidad de rituales y cultos relacionados con la fertilidad, pero no lo es menos que, en muchas ocasiones, los investigadores etiquetan como propiciatorios de fertilidad objetos que, en realidad, pueden tener contenidos mucho más elaborados y complejos. Así sucede, por ejemplo, en el arte paleolítico que, durante mucho tiempo, ha arrastrado renqueante la explicación de gran parte de sus imágenes como producto de la magia simpática o propiciatoria o la traducción casi literal de las Venus como símbolos de fertilidad. En la actualidad, la mayoría de las teorías han abandonado estas simplistas explicaciones para volverse mucho más complejas y lúcidas.
Algo similar ha ocurrido en el mundo clásico. No podemos dudar que en la Antigüedad el hecho religioso lo abarca todo. Decir que el erotismo religioso se explica sobre la base de la fertilidad es decir muy poco. La fecundidad es vida y la vida es muerte. Muchos rituales, dioses o imágenes «eróticos» de fecundidad lo son también de muerte, y ayudan, con su protección fecunda, a alejar a los malos espíritus. El acto sexual como manifestación de este poder erótico, fecundo y mágico, puede entenderse como una imagen protectora. Mirada piadosa más que libidinosa es la que procede ante esta antefija [13] que corona un templo de la acrópolis de la ciudad de Gela en Sicilia, donde un sátiro copula con una mujer.
Dioses de enormes falos pueblan el campo en Grecia y Corría, como Fauno, Pan o Príapo. Este último, hijo de Hermes, ejerce su poder protector sobre la fertilidad de plantas y animales de jardines y granjas; por doquier su enorme falo siempre erecto propicia la fecundidad, pero también protege los límites y, en este sentido, se aproxima a algunas manifestaciones de su padre, el que asegura los caminos, el que salvaguarda la propiedad privada. La imagen grotesca de Príapo se coloca con frecuencia en altares dentro del ámbito rural. Al mismo espacio exterior, fuera de la ciudad, pertenece Pan, dios de pastores. Pero su anatomía es diferente. Aún más grotesco y salvaje que Príapo, su cuerpo es humano y también animal, con patas y cuernos de cabra; su grito pánico provoca terror a todo aquel que se aventura en el bosque y lo escucha. Los peligros que acechan a viajeros o cazadores en el mundo desprotegido de la ciudad, en el campo, son en Grecia muchas veces eróticos. Ninfas libidinosas que arrastran a jóvenes insensatos a sus fuentes de las que jamás vuelven a salir; dioses como Pan, que con su falo erecto persigue a los cazadores imprudentes, cuya lascivia no retrocede ni ante la amenaza de la zapatilla que ha descalzado el pie izquierdo de la propia Afrodita [14] en el famoso grupo procedente de Délos.
Eróticos e iniciáticos, existen lugares propicios para el amor, naturalezas fecundas y peligrosas, plantas seductoras y aromáticas que pueden propiciar la vida o conducirnos hasta la muerte.

 

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