Algo más se sabe sobre Iplulil -o Iblu-Il-, citado reiteradas veces por subditos suyos que dedicaron estatuas a Inanna, ya que está presente también en los textos de Ebla -actualmente Tell Mardikh-. Gracias a estos textos se conoce que Iplulil, aliado a otras ciudades, deseaba apoderarse de la ciudad de Ebla después de haber sometido en Siria importantes enclaves dependientes de aquella potencia.
Estos textos eblaítas tienen gran importancia para que podamos conocer el curso de la historia del reino de Mari, ya que en ello, asimismo, se ha podido determinar que fue durante el reinado de Iplulil cuando se produjo el gran apogeo de Mari. Efectivamente, al parecer este soberano tenía pretensiones de ampliar los límites de su reino tanto como fuera posible y que llevó a cabo importantes campañas militares. Aparte de la conquista de numerosas zonas de la actual Siria, Iplulil llegó incluso a controlar Assur.
No obstante el gran poderío alcanzado por Mari, Ebla, que por entonces era gobernada por Aren-num, atacó Garaman, frente de Mari, y obtuvo de este ataque un gran botín pero sobre todo lo utilizó para advertir que no estaba dispuesto a tolerar el expansionismo mariota por Siria. Sólo cabía, por tanto, que los manotas dieran muestras evidentes de que no estaban dipuestos a poner en peligro la soberanía de Ebla, pero, por lo que determina luego la historia, parece ser que esto no ocurrió así. Poco tiempo después de este episodio se produjo el enfrentamiento definitivo entre las dos ciudades.
Conocemos con relativa exactitud lo que sucedió en aquel enfrentamiento que puso punto y final al reinado de Iplulil. Sabemos, por ejemplo, que Ebla envió a Enna-Dagan, uno de sus nombres de confianza para que dirigiera personalmente la campaña. Este Enna-Dagan era un jefe militar que además de recuperar muchas de las ciudades y enclaves conquistados por Iplulil consiguió intimidarlo, al punto que Iplulil se dio a la fuga. Finalmente el rey Iplulil fue capturado y al mismo tiempo perdonado. En adelante se le permitió, en un gesto de magnanimidad por parte de Ebla, que continuara en el gobierno de Mari a cambio de pagar un considerable tributo de guerra.
Cuando Iplulil murió Ebla envió a un funcionario de nombre Nizi para que gobernara en Mari, y luego a quien había vencido a Iplulil, al propio Enna-Dagan. El dominio de Ebla sobre Mari era especialmente beneficioso para la primera urbe ya que durante estos dos mandatos Ebla se vio favorecida con enormes cantidades de oro y plata, como consecuencia del antiguo tributo que Mari debía continuar pagando a la ciudad que la había vencido.
Después del mencionado gobierno de Enna-Dagan, Mari llegó a tener su propio rey, aunque no llegaría a gozar de autonomía política, pues siempre estaría sometido a las directrices que se marcaban desde Ebla y además debía seguir haciendo generosas contribuciones a las arcas de los soberanos eblaístas, que, lógicamente, no estaban muy dispuestos a renunciar a tan eficaz sistema de financiación. El nombre de este rey de Mari era Iku(n)ishar, y fue controlado durante todo su mandato por dos gobernadores eblaítas de nombre Igi e Hidar, mandados por Ebrium, el entonces rey de Ebla. A continuación de este rey es el hijo de Ebrium, Shura-Dumu, quien asume el gobierno de Mari. Como vemos, era evidente que los eblaítas controlaban muy de cerca la ciudad Mari y no querían que se inicara una saga de gobernantes propios de la ciudad que pudieran poner en peligro su dominio sobre la misma. De esta manera, la ciudad funciona como una provincia de la ciudad de Ebla.
Puerta de Palmira (Ciudad de Mari, Tell Hariri). Construida en honor del dios Baal, al que convocaban por medio de sacrificios animales, la ciudad de Mari pasaría a ser provincia romana tras la ocupación militar de Marco Antonio, prosperando a partir de ese momento gracias al comercio de la seda. Posteriormente, fue convertida al rito musulmán en 634 y terminaría sus días de gloria tras la destrucción por un terremoto, en 1089. Actualmente se conserva la columnata de 1.200 m que servía de eje central de la ciudad, que albergaba cerca de 200.000 habitantes, varios templos religiosos y funerarios, así como campamentos militares, un agora para el oficio comercial y un cementerio de hasta 500 tumbas.