El Palacio Sagrado de Constantinopla


Su planta era una incoherente reunión de edificios en medio de jardines, a semejanza de los palacios de Siria o Persia. Con sus pabellones aislados y sus galerías, ya desde un principio se separaría del tipo de habitación clásica, de la casa romana, que repetían todavía, a pesar de sus grandes dimensiones, los palacios de los cesares en el Palatino de Roma. Más tarde, por sus relaciones con Oriente, el Palacio Sagrado de Constantinopla fue acentuando este carácter. Los emperadores Teófilo y Basilio, que edificaron en el siglo X nuevas dependencias, lo hicieron ya queriendo imitar expresamente la disposición de los palacios califales de Samarra y de Bagdad.
En conjunto, las construcciones y jardines del Palacio Sagrado ocupaban un espacio de aproximadamente 400.000 metros cuadrados, algo más del que comprendían, juntos, el Louvre y las Tullerías de París antes de su incendio. Pero la mirada no podía observar allí las líneas regulares de una pomposa fachada, como en los palacios reales europeos; el espectador debía de quedar desorientado por la multitud de terrazas, cúpulas y galerías que por todas partes aparecían. Sólo el Kremlin puede dar una ligera idea de lo que era el Palacio Sagrado.
Dentro de él se encerraban siete peristilos o vestíbulos, ocho patios y dos pórticos, los cuales le servían de entrada; cuatro grandes iglesias: la de San Esteban, de Nuestro Señor, Santa María del Faro y la llamada Nueva Iglesia; y además otras capillas, oratorios y un baptisterio, en total veintitrés edificios consagrados al culto; salas de guardias, galerías de recepción, triclinios, salas del trono, una biblioteca y otra infinidad de departamentos privados de los emperadores, baños y un pequeño hipódromo, terrazas o criptopórticos y un embarcadero en el mar de Mármara, llamado el Bucoleón por un antiguo grupo de un toro y un león que adornaban la entrada.
De los relatos y crónicas de los historiadores queda bien comprendido que el Palacio Imperial se dividía en tres partes, a saber: la Calcé, que era una especie de vestíbulo monumental con oratorios y salas de guardias, al que tenía entrada el público; seguía luego la Dafne, que era propiamente el conjunto de salas destinadas a recepción y a los servicios administrativos; por fin, el Palacio Sagrado propiamente dicho, donde estaban las grandes salas de embajadores, como la Triconca y el Crisotriclinio, y los aposentos privados del emperador.
La Calcé, que era la parte del palacio que daba sobre el Augústeo, tenía varios pisos de ventanas. Es muy posible que reproduzca la fachada de este palacio el relieve de una cajita de marfil, de la catedral de Tréveris, que representa la escena de una traslación de reliquias. La tribuna interior de la Calcé se ve también en una miniatura del manuscrito del historiador Skylitzés, profusamente iluminado, que posee la Biblioteca Nacional de Madrid; en él se reproducen asimismo otras partes del palacio.
Interiormente, las dependencias estaban decoradas con fantástico lujo, que no rehuía, a veces, efectismo teatral. Existe un libro curioso, llamado de las Ceremonias, escrito por un emperador dilettante del siglo X, Constantino Porfirogeneta, que informa extraordinariamente sobre los esplendores y pompas del Palacio Imperial. Este libro, completado con otros escritos del mismo emperador acerca de las construcciones de sus antepasados, da, asimismo, idea de las solemnes recepciones, fiestas magníficas, procesiones y comitivas que diariamente tenían por escenario las galerías y triclinios del Palacio Sagrado. La liturgia del ceremonial imponía para cada fiesta del año diferente protocolo.
El embajador o el magnate que llegaba de Occidente atravesaba lleno de asombro aquellas salas donde resplandecían los mosaicos, pisando los tapices de colores de Oriente o las alfombras de rosas deshojadas, entre las filas de gigantes escandinavos que formaban la guardia del emperador. Cuando, por fin, después de haber recorrido infinidad de aposentos, llegaba al gran salón de la Magnaura o al del Crisotriclinio, que eran los más vastos y donde se acostumbraban celebrar las recepciones, su ánimo estaba ya sobrecogido por los sonidos del órgano y las voces de los cantores, escondidos por las galerías, que entonaban antífonas apropiadas al acto. El gran salón de la Magnaura comunicaba con el palacio por galerías, pero estaba fuera de su recinto: era el de más solemnidad y sólo para ocasiones excepcionales. Tenía una fachada separada al lado de la del Senado, en el Augústeo, y conservaba todavía la primitiva disposición basilical, con tres naves y el trono en el fondo; pero se había restaurado mil veces, con una riqueza de aparato escénico que no tenía igual en el mundo.

Representación del Palacio Sagrado
Representación del Palacio Sagrado de Constantinopla, según una miniatura de Skylitzés (Biblioteca Nacional, Madrid). Diversos documentos, como esta miniatura, permiten recomponer el puzzle de lo que debió de ser el magnífico Palacio Sagrado.

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