En la consagración de 1030, debía estar concluida sólo parcialmente la cabecera, de tres ábsides semicirculares (según el modelo ensayado en la abadía oscense de Santa María de Obarra); cuatro décadas después, en 1069, gracias al impulso del obispo Salomón, se procede a una nueva consagración solemne.
En esta fase constructiva se conoce la participación en las obras de un tal Bradiña, denominado en los documentos «maestro» de Roda.
La fábrica catedralicia, sin embargo, no estaría aún totalmente terminada. De hecho, durante la prelacía de San Ramón (1104-1126) debieron levantarse los tres tramos de las naves, separadas por pilares cruciformes, y cubrirse con bóvedas de arista, las laterales, y con techumbre de madera, la central; ésta última más tarde se sustituyó por una bóveda de cañón muy apuntada. Aún en los siglos XVI y XVII el edificio sufrió numerosas restauraciones.
El resultado de tan dilatado proceso constructivo fue un templo basilical de tres naves cortas que se escalonan en varios niveles. Los ábsides, perforados por estrechas saeteras, siguen el modelo típico del románico lombardo, con sillares irregulares de pequeño tamaño, apenas desbastados, y arquerías y bandas para articular sus paramentos.
Adosado a la fachada septentrional, aún se conserva el claustro con capiteles zoomorfos, vegetales y geométricos de tosca y esquemática talla, así como la sala capitular con su ingreso románico.
La portada principal del templo, de principios del siglo XIII, se abre en el muro sur bajo un pórtico moderno. Varias arquivoltas molduradas y una chambrana de puntas de diamante, que voltean sobre columnas alternativamente gruesas y delgadas, salvan el grosor del muro.
En los capiteles se despliega un notable ciclo de la infancia de Cristo (Anunciación, Visitación, Nacimiento, Epifanía, Huida a Egipto y Presentación en el Templo) que se completa con algunas escenas hagiográficas como la decapitación de un santo (bendecido por la mano divina), San Miguel pesando almas y, según C. Enríquez de Salamanca, San Ramón flanqueado por dos clérigos.
Básicamente son los mismos temas que decoran la tumba del último santo citado, en una de las criptas de la catedral, coincidencia interpretada por los especialistas como una exhortación dirigida a devotos y peregrinos para que visiten sus reliquias. Diversos autores han señalado, asimismo, la proximidad estilística de estos relieves con la escultura de la catedral vieja de Lérida.
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