La ciudad de Gerona, de origen romano, ocupó un puesto relevante desde fecha temprana en la denominada Cataluña Vieja. Sin duda el protagonismo desempeñado en época franca debió ser un factor determinante para alcanzar tal prosperidad que permitirá la construcción de un buen número de edificios románicos; entre ellos destaca su templo episcopal, después sustituido por una majestuosa fábrica gótica, que se yergue sobre el punto más elevado de la población.
El patrocinio del obispo Pedro, hijo del conde Roger de Carcasona y cuñado de Ramón Borrell, conde de Barcelona, fue decisivo para la construcción de la primitiva catedral románica, consagrada a Santa María.
Las obras debieron iniciarse en 1015 con el propósito de atajar el estado ruinoso de la basílica cristiana que había sustituido a una antigua mezquita a finales del siglo VIII, cuando los francos liberaron el condado de Gerona del dominio musulmán.
Los trabajos avanzan con rapidez: en 1019 se comienzan las nuevas dependencias claustrales y, en 1038, se procede a la solemne consagración del templo con la asistencia de obispos y abades. No obstante, el proceso constructivo no se cierra hasta bien entrado el siglo XIII.
Hoy sólo subsisten la torre y el claustro; el resto de la fábrica original (posiblemente de tres naves y amplio transepto) desapareció al levantarse la actual catedral gótica a principios del siglo XIV, bajo el episcopado de Bernardo de Villamarí.
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