Características de la arquitectura gótica

La mayor o menor complicación de las molduras refleja la época de los monumentos: cuanto más agudas y complicadas son, tanto más avanzado es el estilo. En un principio, apenas hay diferencia entre las molduras góticas y las románicas. En esta fase el estilo gótico casi sólo se reconoce por las bóvedas; después las molduras van triturándose en el corte y haciéndose más complicadas en sus curvas entrantes y salientes. Es curioso el método con que están ordenadas las molduras de los edificios según un principio de unidad y simetría: empiezan formando el molduraje de los arcos; después se reúnen sobre el capitel de las columnas y algunas veces se prolongan verticalmente hasta el suelo. En tal caso, los pilares constituyen el fajo de las molduras de los arcos y tienen una sección formada por la acumulación de las molduras de la bóveda. En las construcciones de tres naves, la bóveda central es mucho más alta que las de las naves laterales, puesto que ya no hay necesidad de valerse de éstas para contrarrestar su empuje, lo cual puede lograrse con contrafuertes exteriores. Esto evita la existencia de las galerías altas que se encontraban en las iglesias románicas; en cambio, permite abrir inmensos ventanales sobre los arcos que separan las naves laterales de la central, muy necesarios en regiones, como Normandía e Isla de Francia, donde la luz escasea gran parte del año.
Por fuera esta disposición caracteriza la silueta del edificio, porque elevándose sobre las naves laterales, bajas, se alza en el aire como una quilla la nave central, sostenida por los contrafuertes, que extienden sus arcos para apoyarla. Arcos, ventanas y contrafuertes son de forma ojival; es raro encontrar en el estilo gótico el arco de medio punto.
Las ventanas suelen estar divididas por columnitas y adornos curvos de piedra, que llegan, en el último período, a formar una tracería de extraordinaria complicación. Estos elementos son puramente decorativos, pues como el esfuerzo se halla concentrado en los puntos de arranque de los arcos, la pared podría estar abierta por completo, y el espacio del muro donde se abren las ventanas, por grandes que éstas sean, no necesita ningún refuerzo. En el interior de la pared de la nave central de las catedrales, y a cierta altura de la misma, suele haber un pasadizo o deambulatorio, llamado triforio, y esta galería se acusa en muchas ocasiones en la fachada principal.
Los pináculos de los contrafuertes y los remates de las torres y agujas suelen decorarse con un adorno de formas vegetales, como una flor de piedra abierta en el aire. Las molduras de los arcos aparecen a menudo acentuadas con una serie de hojas y flores, igual que sucede en los capiteles y la clave central de las bóvedas, donde van a reunirse los arcos diagonales. Los elementos decorativos de la arquitectura gótica se ponen en los lugares más importantes de la construcción: flores y esculturas sirven para reforzar y ennoblecer aquellos sitios de más trabajo y más responsabilidad; nunca se combinan las líneas arquitectónicas para servir de marco de una decoración, como sucede algunas veces en los edificios que construyeron los grandes arquitectos del Renacimiento.
Las formas decorativas se buscan en la flora y la fauna del país; las plantas más humildes de los campos se aplican sobre las molduras con un amor nuevo por la naturaleza, que no se había manifestado desde los tiempos del arte griego. El trébol, la hiedra retorcida, los tiernos brotes de la vid, las hojas del roble o de la encina se encaraman por los arcos y las agujas del edificio gótico, asociándose al nuevo estilo y ofreciendo las líneas características de sus formas vegetales hasta hacerlas góticas con vehemencia y entusiasmo, como si la creación se hubiera interesado en la obra de las catedrales.
En el arte clásico, sólo dos o tres plantas, el acanto, la hiedra y el laurel, habían tenido aceptación en el repertorio decorativo, pero el estilo gótico se vale de todas las especies del reino vegetal, y reproduce también los pájaros y hasta seres fantásticos, monstruos que unas veces están derechos como guardianes en lo alto de las balaustradas, y otras agachados, condenados a servir de gárgolas para arrojar a lo lejos, por su boca, el agua de las lluvias recogida en los tejados.

contrafuertes y arbotantes

Catedral de Notre-Dame de París, finales del siglo Xlll. Dibujo de los contrafuertes y los arbotantes. Esta sección permite observar la diferencia de altura entre la nave central y las laterales y al mismo tiempo los arcos arbotantes, contrafuertes y pináculos que permiten aligerar los muros y servir de puntos resistentes al empuje de bóvedas y arcos.

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