Los pináculos de los contrafuertes y los remates de las torres y agujas suelen decorarse con un adorno de formas vegetales, como una flor de piedra abierta en el aire. Las molduras de los arcos aparecen a menudo acentuadas con una serie de hojas y flores, igual que sucede en los capiteles y la clave central de las bóvedas, donde van a reunirse los arcos diagonales.
Los elementos decorativos de la arquitectura gótica se ponen en los lugares más importantes de la construcción: flores y esculturas sirven para reforzar y ennoblecer aquellos sitios de más trabajo y más responsabilidad; nunca se combinan las líneas arquitectónicas para servir de marco de una decoración, como sucede algunas veces en los edificios que construyeron los grandes arquitectos del Renacimiento.
Las formas decorativas se buscan en la flora y la fauna del país; las plantas más humildes de los campos se aplican sobre las molduras con un amor nuevo por la naturaleza, que no se había manifestado desde los tiempos del arte griego. El trébol, la hiedra retorcida, los tiernos brotes de la vid, las hojas del roble o de la encina se encaraman por los arcos y las agujas del edificio gótico, asociándose al nuevo estilo y ofreciendo las líneas características de sus formas vegetales hasta hacerlas góticas con vehemencia y entusiasmo, como si la creación se hubiera interesado en la obra de las catedrales.
En el arte clásico, sólo dos o tres plantas, el acanto, la hiedra y el laurel, habían tenido aceptación en el repertorio decorativo, pero el estilo gótico se vale de todas las especies del reino vegetal, y reproduce también los pájaros y hasta seres fantásticos, monstruos que unas veces están derechos como guardianes en lo alto de las balaustradas, y otras agachados, condenados a servir de gárgolas para arrojar a lo lejos, por su boca, el agua de las lluvias recogida en los tejados.