En las fachadas de las catedrales es donde el espíritu de la época gótica ha producido sus obras más preciadas. Generalmente, las catedrales fueron comenzadas por prelados ambiciosos, pero después los burgueses hicieron esfuerzos para enriquecerlas con torres, capillas y fachadas. Estos eran acaudalados y estaban protegidos por la monarquía, que se había apoyado en los municipios para rematar al feudalismo románico, ya caducado. Con sus recursos saneados y regulares, y hasta con la educación artística que conseguían traficando en lejanos países, los burgueses de las ciudades tenían empeño, orgullo, en que su catedral se alabara como algo extraordinario por toda Europa.
El empeño no cejaba en una generación: la construcción de las catedrales absorbía casi siempre la atención de más de un siglo. Es sorprendente que se sucedieran los maestros directores de la obra y la construcción se llevase a cabo sólo con ligeras modificaciones, generalmente fieles al plan inicial, que se desarrolla con el mismo espíritu.
Las fachadas suelen hacer ostentación de una decoración riquísima de escultura. En la parte inferior se abren las tres puertas, con derrames llenos de nichos, donde se cobijan apóstoles y profetas. Estas tres puertas corresponden a las tres naves de la iglesia, que muchas veces se acusan al exterior con los contrafuertes de los arcos que las separan, sirviendo a modo de líneas divisorias que distribuyen la fachada en tres cuerpos verticales. Cada puerta tiene varias series de arcos concéntricos o arquivoltas; la gran abertura central está a veces dividida por un pilar, o parteluz, con la imagen de Cristo, o de la Virgen, o también con la del santo patrono de la ciudad.
Encima de la faja de las puertas suele haber un friso con estatuas de reyes, que, según unos, son los soberanos de Francia, porque las ciudades estaban agradecidas al poder real que les había concedido privilegios; según otros, esta serie de reyes representa a los de Judá, predecesores de Cristo, que llevan, en vez de cetros, las ramas del árbol de Jesé, o bien podrían ser supervivencias de la decoración tradicional románica de la visión del Altísimo con los reyes ancianos del Apocalipsis. Esta galería de estatuas reales se encuentra todavía en las fachadas de las catedrales de Amiens, Reims y Chartres.
Otra faja superior está formada por tres grandes rosetones o por tres ventanales magníficos de arco apuntado, por donde penetra la luz de poniente, adonde suelen estar orientadas las fachadas. Como las naves laterales son más bajas que la central, esta estructura interna se exterioriza a veces con tres piñones o frontones de diversas alturas, pero lo más frecuente es que en la parte que corresponde a las dos naves laterales se levanten dos torres campanarios que flanquean el cuerpo de la nave central.
Tales torres debían terminar con flechas de piedra, que muchas veces no llegaron a construirse. Pero con los remates proyectados o sin ellos, las torres son lo que más caracteriza la silueta de las catedrales. Algunas se ven desde muy lejos. Sobre el llano de la tierra francesa, la dulce Francia, sin grandes montes ni colinas que rompan la línea del paisaje, se ve destacar del grupo de casas bajas de las principales ciudades francesas medievales la masa enorme de la catedral, con sus naves, torres y pináculos.
Volver a Arte gótico