El "opus francigenun" en Alemania

Además de tales castillos señoriales, la Orden Militar de los Caballeros Teutónicos fue prodigando la construcción de los suyos en la Prusia Oriental y en toda la franja fronteriza con Polonia y los países bálticos, destinados a alojar sus guarniciones. El más formidable de ellos fue el de Marienburg, sede de la autoridad rectora de aquella Orden.
Simultáneamente, en las ciudades libres del Rin y en la Alemania Central sentíase también vivo entusiasmo por la comunidad municipal. En consecuencia, se construyeron durante estos siglos góticos XIII y XIV muchas de las puertas monumentales de ciudad, como la de San Severino, en Colonia, y la de Lübeck. Sirven generalmente de paso en torres con cubierta de tejas de color, muy puntiagudas, que se distinguen desde lejos. Algunas de las torres han quedado englobadas en las ciudades, que se han extendido hasta los vecinos suburbios, y sirven hoy de decoración de las nuevas plazas arrabales.
Asimismo las corporaciones populares levantaron para sus municipios grandes casas comunales. La más antigua de éstas que existe en Alemania, según se cree, es la de Aquisgrán, que posee estatuas de príncipes electores del siglo XIII. Todas las ciudades alemanas rivalizaron por tener el más rico edificio municipal de la época. En esquema, un palacio del municipio en Alemania contiene la sala de contrataciones, otra para reuniones públicas y las de los tribunales de comercio.
Con el tiempo las necesidades impusieron un programa más complicado de servicios, siendo necesario disponer también salas para los miembros del consejo y para administración y oficinas, que se instalaron en nuevos cuerpos de edificio, agregados con la mayor libertad al núcleo viejo del mismo. Dignos de ser citados como modelos son los palacios comunales de Lübeck y Bremen, las grandes ciudades comerciales del Báltico. Alrededor del palacio comunal surgían las casas gremiales, con sus enseñas doradas y policromadas, adornadas con estatuas de guerreros, de Virtudes o de la Justicia, cuyos atributos, esculpidos con un estilo algo infantil, policromado, alegraban el corazón de los burgueses alemanes, apenas salidos de la primera edad de un pueblo ingenuamente civilizado.
Algunas ciudades, como Nüremberg y Colonia, poseían, hasta ser parcialmente destruidos durante la II Guerra Mundial, barrios enteros con sus casas de madera y sus antiguas tiendas de artesanos, que eran supervivencias de una vida gremial propia de los siglos góticos. En el período del goticismo la casa alemana tiene un tipo y disposición que ofrece vivo contraste con el de la antigua casa romana clásica: ésta se veía desde la calle completamente cerrada y todas las dependencias se desarrollaban en torno de un patio, donde vivía la familia; en la Germania de la Edad Media, la casa se abre sobre la vía pública, ya por medio de la tienda con su mostrador, ya por medio de numerosas ventanas. Generalmente, las casas son altas y de fachadas que terminan con un piñón.
El patio no sirve más que para dar luz a la parte posterior, y en ella el edificio tiene otra fachada, semejante a la de la calle, aunque más sencilla. La disposición de una casa burguesa de Colonia, Nüremberg, Lübeck, etc., es siempre poco más o menos la siguiente: en la planta baja se hallan la tienda, una cámara o trastienda y el obrador, que da al patio; una pequeña escalera conduce al primer piso, donde hay una cocina con dos habitaciones: una que da a la calle, para la persona principal de la familia, y otra al patio. Los demás moradores de la casa, hijos, criados, aprendices, ocupan los altos desvanes del piñón, que tienen varios pisos y lucernarios. Las casas son, generalmente, de piedra en su parte baja, con la enseña o muestra de la tienda labrada en hierro, muy coquetamente a veces; las que tienen paramentos de muro que se prestan a ello, se decoran con frescos del repertorio medieval germánico: los vicios y virtudes, los santos y profetas, cuando no escenas de libros caballerescos.
Cuando las casas son de madera, la decoración de las fachadas se enriquece con abundancia de frisos, arquillos y pequeñas pilastras con pináculos, y los vanos de las puertas y ventanas se rodean también de motivos ornamentales excesivamente acumulados. Algunas casas tienen tribunas salientes sobre la calle, decoradas con ménsulas y antepechos.
Una catedral que podría ser incluida entre las germánicas es la de Basilea, aunque esta ciudad forme hoy un cantón de Suiza. Como la de Estrasburgo, con la cual tiene gran parecido, posee también partes románicas en el transepto y en los bajos del ábside. La catedral de Berna, algo posterior, entra por completo dentro de la órbita del estilo gótico alemán, que a fines del XIV estaba ya bien caracterizado. La de Ginebra y la de Lausana son muy francesas; esta última ha sido restaurada por Viollet-le-Duc y completada con una flecha de plomo en el crucero. Su interior es muy hermoso; dedicada hoy al culto protestante, sin altares ni adornos superpuestos, permite admirar por dentro la estructura del edificio mejor que en ninguna otra catedral del estilo gótico francés. Por fuera resulta acaso excesivamente restaurada; pero tiene detalles graciosísimos, como el pequeño pórtico lateral, rasgado por ventanales partidos con columnitas.
La catedral de Ginebra conserva partes todavía románicas; no es tan uniforme su estilo como el de la catedral de Lausana y la desfigura en su frontis una fachada calvinista, de estilo seudo clásico. Por dentro, el venerable templo está aún intacto; la Reforma no hizo más que desnudarlo de altares. Las nobles y apasionadas líneas de la arquitectura resultan singularmente embellecidas por una pátina de la piedra gris verdosa, de atrayente melancolía.
Las ciudades suizas, al igual que los municipios alemanes, poseen también sus casas comunales; acaso algo más simples, son como palacios rurales sólidos, sin adornos y con un gran tejado. Las ciudades tienen asimismo torres y fuentes decorativas, parecidas a las de las ciudades germánicas y coronadas de atributos y personificaciones de virtudes medievales. Acaso el más popular de todos los castillos de Europa sea el de Chillón, que se levanta en una pequeña isla que se encuentra al extremo oriental del lago Leman. El núcleo antiguo de la obra es de puro estilo gótico del siglo XIII. Las salas, cubiertas con macizas bóvedas por arista, son muy famosas por las lamentaciones que inspiraron a lord Byron.


Castillo de Marienburg

Castillo de Marienburg. Fue sede de la autoridad rectora de la Orden Militar de los Caballeros Teutónicos y en la actualidad está enclavado en territorio polaco. La visión de conjunto muestra la configuración de la fortaleza, la más grande de las muchas que construyó la citada Orden, con sus torres cónicas de frente al río.