Hubert y Jan van Eyck

 

 Es la visión apocalíptica, pero transfigurada y humanizada por siglos y siglos de cristiana meditación, y convertida ahora en una escena de pura adoración.
Entre la figura del Cordero y la de Dios Padre en el centro de la zona superior, la blanca paloma del Espíritu Santo aletea sobre un cielo de un azul purísimo y deslumbrante. De los cuatro ángulos del recuadro central acuden, para adorar al Cordero, cuatro grupos: Padres de la Iglesia, Doctores, Vírgenes y Mártires. En los dos plafones de la izquierda se pro longa el paisaje florido, con dos grupos más de personajes a caballo: uno es el de los Santos Caballeros y el otro el de los Jueces Justos. En los plafones de la derecha se adelantan los Eremitas y los Peregrinos, éstos guiados por la figura descomunal de San Cristóbal, con su gran bastón en la mano. Las torres de
los templos destacan sobre el horizonte luminoso, simbolizando la Iglesia universal reunida por la fe, tal como la predijera San Pablo en su primera Epístola a los Corintios, y lo repitió en la dirigida a los de Éfeso: La Asamblea de los Santos, para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo. Para el arte, sin embargo, tiene poca importancia lo que significa la piadosa representación: lo importante es el milagro de la belleza, de luz, de color e inspiración con que está ejecutado el gran retablo. Es una obra grandiosa, incluso por sus dimensiones: abierto, el políptico ocupa toda la pared de una capilla de la catedral de Gante. La luz le llega de lado y los tonos son tan intensos y cálidos, rojos, azules, verdes brillantes, casi metálicos, que parecen irradiar el color y que se enciendan las escenas como si estuvieran bañadas en la atmósfera transparente del Mediodía de Europa. Esta obra representa el momento en que un nuevo lenguaje y también una nueva sensibilidad confieren mayor fuerza y fascinación al antiguo patrimonio religioso. El ciclo teológico medieval alcanza su culminación en el políptico de Gante. Pero el nuevo humanismo de Jan van Eyck excluye todo elemento visionario: aquí está presente la humanidad, tan concreta como es, y la naturaleza con toda su riqueza de formas; rocas, árboles, caballos y flores aparecen libres de significaciones simbólicas. La Adoración del Cordero ocurre sobre la tierra, una tierra deslumbrante de belleza, contemplada sin nostalgia ni remordimiento por el pecado.
Por otra parte, son varios los cuadros religiosos firmados por Jan van Eyck. A veces los firmaba y fechaba en el marco, lo que explica que en muchos casos, al desecharse el marco original, se haya perdido, con él, la fecha de la pintura. Generalmente son Vírgenes en interiores de iglesias, o sentadas con el Niño en el regazo, en ocasiones teniendo, enfrente, un adorante sumido en devota contemplación.
La "Virgen en una iglesia", del Museo de Berlín, tiene ya las características que serán típicas de las Vírgenes de Jan: rostro dulcemente inclinado y visto de tres cuartos, frente alta y abombada, manos aristocráticas, y belleza femenina de tipo flamenco. La llamada "Madonna de Lucca" (Stadelsches Kunstinstitut, de Francfurt), que debió ser pintada hacia 1435, aparece sentada en un trono bajo un dosel de damasco. Este dosel, la posición frontal y el predominio de líneas verticales de esta obra, dan a la Virgen un hieratismo de rito religioso y la sitúan en un espacio sobrenatural, distinto del que se vive en la experiencia corriente. La última de la serie es la "Virgen de la fuente" (Museo de Amberes), firmada y con la fecha de 1439, que por su pequeño formato y su precisión en los detalles se diría una miniatura ejecutada sobre tabla; en ella, la Virgen, ante una fuente de bronce, abraza al Niño que parece asustado, mientras dos ángeles sostienen tras la Virgen un brocado rojo que tiene como finalidad colocarla en un ambiente de sobrenatural grandeza.
Dos obras extraordinarias de Van Eyck sitúan a la Virgen sentada ante un devoto de rodillas: La "Virgen del canciller Rolin" (Louvre) y la "Virgen del canónigo Van der Paele"(Museo de Brujas). La primera fue encargada al maestro por el canciller Rolin que, en 1422, había sido nombrado para este cargo por el duque de Borgoña Felipe el Bueno. En el fondo de la estancia, tres arcos románicos se abren sobre un paisaje realista que aparece como el maravilloso descubrimiento del mundo visible.

Isabella Borluut del políptico de Gante de Hubert y Jan van Eyck

Isabella Borluut del políptico de Gante de Hubert y Jan van Eyck (Catedral de Gante). La figura de la derecha es Isabella Borluut, esposa de Josse Vijd, situada en uno de los postigos, plasmada en una expresión de serena humanidad en el rostro de quien posibilitó la realización de la obra.

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