La escultura germánica

Pintorescas y no menos naturalistas, a pesar de su canon corto y su factura algo popular, son las esculturas policromadas que decoran el exterior de la catedral de Friburgo de Brisgovia, de comienzos del siglo XIV. A pesar de su germanismo, recuerdan el estilo de algunos relieves contemporáneos franceses. Lo mismo sucede con la abundante escultura que recubre el portal labrado en 1355 de la Frauenkirche, de Nüremberg.
Después, la escultura gótica en Alemania recibió influjos de la tendencia innovadora neerlandesa. En los primeros años del siglo XV las labores escultóricas en las regiones del Rin acusan también influencias del misticismo renano que no dejaría de reflejarse, aún con más evidencia, en la pintura. Trasciende ese influjo devoto en las formas onduladas o angulosas de los pliegues de los ropajes, y en la delicada ternura que exhiben ciertas figuraciones de la femineidad. La Virgen es representada siempre como una muchacha, tanto en las imágenes de la Piedad (con la joven Madre sosteniendo dolorida, sobre sus rodillas, el cuerpo difunto de su Hijo), como en las de la Virgen con el Niño en brazos. Estas representaciones adquirirán desde hacia el 1400 una refinadísima belleza, tanto en el sur de Alemania como en Austria y Bohemia, en las llamadas Vírgenes Hermosas que se difundieron hasta Polonia y las tierras bálticas.
Pero no sería hasta alrededor de 1430 cuando en la escultura germánica aparecerían escuelas diferenciales, especialmente en la parte meridional de Alemania, sobre todo en Baviera (Nüremberg) y en Suabia. Primeramente fue Hans Multscher, un artista austriaco, escultor y pintor, nacido en Allgáu y establecido hacia 1427 en Ulm, quien inició la escuela de Suabia. Fue él quien talló las imágenes del altar de Wurzach, y quien labró las esculturas de personajes profanos en la casa municipal de Ulm, así como el bellísimo Cristo resurrecto o Varón de Dolores del parteluz de la puerta de la catedral de esta ciudad (1429). Sus labores de talla se prolongarían hasta la segunda mitad del siglo XV.
Otro maestro, excepcionalmente dotado, acabaría por imprimir un sello de delicado idealismo en la escultura germánica inmediatamente anterior a la que es característica del período del "gótico tardío". Nicolás Gerhaerts había nacido en Leyden, en Holanda, aunque trabajó en Alemania y Austria. Data de 1460 su estatua yacente del arzobispo de Tréveris Jacobo de Sierck, y de 1467 su Crucificado del antiguo cementerio de Baden-Baden, obra que revela de un modo muy claro como su autor había asimilado la influencia del progresismo escultórico, tanto de Flandes, como de Borgoña.
En Estrasburgo dejaría algunas de sus más delicadas creaciones: la cabecita femenina (acaso retrato de Bárbara de Ottenheim) que se conserva en el Museo de Frankfurt, así como la delicadísima escultura de medio cuerpo que representa a un escultor (probablemente su autorretrato) que estuvo en el interior de la catedral estrasburguesa y se halla ahora expuesta en su museo. Después se trasladó a Viena, donde labró la lujosa lauda sepulcral en mármol rojo del emperador Federico III, en la catedral de San Esteban.
Gracias a este escultor y a hábiles tallistas de la madera, como Jórg Syrlin autor de las tallas que adornan el coro de la catedral de Ulm, se establecía aquella madurez en la escultura germana que exhiben numerosas imágenes y altares de los grandes escultores de los años postreros del siglo XV y primeros decenios del XVI a los que se hace referencia, a causa de su nuevo contenido mental, cuando se trata del Renacimiento en Alemania.

 

Caballero en traje de armas

Caballero en traje de armas que adorna la catedral de Estrasburgo. Uno de los rasgos característicos que imprimieron los escultores renanos fue la humanización de una gestualidad que parece conferir vida a la piedra.