La Italia meridional

 

Las formas góticas subsistieron en Nápoles todo el siglo XIV, aunque después siguieron aplicándose sin método ni buen gusto. La puerta de la iglesia de San Juan de Pappacoda es una buena muestra de un arco ojival que está como revestido de una máscara de escultura. El interior de la iglesia de Santo Domingo muestra el triste fin de estas obras góticas napolitanas, cubiertas hoy totalmente por emplastos barrocos y decoraciones que apenas permiten distinguir la osamenta ojival. Los reyes angevinos de Nápoles, reconociendo la superioridad de los maestros toscanos en las otras artes, llamaron a escultores de Florencia para que labraran sus sepulcros. En lo que es puramente escultura, éstos aplican los principios del arte del Renacimiento, como puede verse en los ángeles que sostienen las cortinas de la tumba del rey Roberto y en el grupo de las Siete Artes, que contemplan al difunto. Pero las líneas de conjunto del monumento son góticas, apuntados los arcos, los contrafuertes y molduras de estilo ojival. Lo mismo puede decirse de los túmulos del rey Ladislao, en San Giovanni a Carbonara, y de otros príncipes enterrados en Santa Clara de Nápoles, que servía de panteón real.
Los dos grandes castillos de Nápoles, el castillo del Huevo y el castillo Nuevo, son fortalezas construidas ya en tiempo de la casa de Suabia, pero tienen ciertos elementos que datan de la época de los reyes angevinos, así como el último se completó, en estilo aún gótico, bajo Alfonso el Magnánimo de Aragón, que en 1442 conquistó Nápoles a Renato de Anjou y se proclamó rey de las Dos Sicilias. El castillo Nuevo (Castel Nuovo), que fue construido casi totalmente por Carlos de Anjou, tiene el aspecto de un donjon francés; es una fortaleza formidable, de altas murallas, con barbacanas, almenas y torres circulares en los ángulos, a las cuales no faltan más que cubiertas cónicas para confundirse con las torres de Pierrefonds o del viejo Louvre. En su interior tiene un patio que da ingreso a una capilla de bóveda por arista. Góticas son también la escalera y la inmensa sala cuadrada, obras posteriores de los arquitectos catalano-aragoneses.
Hablemos, por fin, de la última tentativa de introducción del estilo gótico en el sur de Italia por los reyes de la casa de Aragón. Conquistada Sicilia por Pedro III, fue en seguida separada de la monarquía aragonesa a la muerte del rey quien constituyó con ella un reino independiente para su hijo menor. Por largo tiempo la rama aragonesa de los reyes de Sicilia se desenvolvió aparte, hasta que, habiendo quedado heredera del trono de Sicilia la princesa María, fue casada con el infante Martín, heredero de la corona de Aragón. Desde aquel momento, Sicilia vuelve a compartir los destinos de las tierras de España hasta mediados del siglo XVI.
Durante los reinados del infante Martín y de su padre el rey de Aragón Martín el Humano, que le sobrevivió, Sicilia admite francamente la influencia de los arquitectos catalanes y valencianos, que habían ya desarrollado una variedad peculiar del gótico enteramente distinto del gótico francés y castellano. Es aquel arte gótico catalán y valenciano el que llega a Sicilia en el siglo XV, y por tanto, no ha de extrañarnos hallar grandes semejanzas entre los monumentos sicilianos y los de Cataluña, Mallorca y Valencia. Muchos de los edificios de Palermo y otras ciudades de Sicilia e Italia Meridional, que tienen bien patente el carácter del estilo catalán, son palacios particulares; no hay, pues, que buscar datos en los libros de la cancillería oficial. Tan sólo el nombre de un arquitecto mallorquín aparece en los registros reales, el de Guillem Sagrera, director desde 1443 a 1457 de las obras de reforma del Castillo Nuevo de Nápoles, efectuadas en tiempo de Alfonso V, cuya obra maestra es la enorme sala de 25 X 25 m y también de 25 m de altura, cubierta por una bóveda estrellada muy parecida a la que quizás el propio Sagrera había construido unos años antes en la actual capilla del Santo Cristo de Lepanto de la catedral de Barcelona. Para los demás edificios privados, los antiguos eruditos italianos, que poco o nada conocían del arte gótico catalán, inventaron, a falta de documentos, nombres de artistas locales, entera creación de su fantasía, y a estos arquitectos imaginarios atribuyeron los edificios con curiosos comentarios.
Sin embargo, los monumentos hablan por sí mismos. No sólo las líneas generales, sino también los detalles de esculturas y molduras han sido importados de Cataluña y Valencia; los arquitectos traerían consigo desde obreros hasta materiales ya labrados, como los típicos capiteles de estilo gótico catalán que pueden verse en una ventana del palacio arzobispal de Palermo. El palacio arzobispal fue reconstruido en 1640, y de la parte antigua no quedan más que la puerta y la gran ventana, partida por dos columnas, tan parecida a las del palacio del rey Martín en Poblet. Otra ventana así dividida por columnas, aunque no tan pura dentro del estilo levantino, se ría la de la torre del palacio Marchesi, también en Palermo, que hoy se halla muy deteriorada. El palacio Marchesi tiene un patio, con la escalera sobre arcos abierta al exterior, tan frecuente en Cataluña; el palacio Aiutami-Cristo, edificado el año 1490, posee otro muy parecido al del edificio de la Generalidad de Cataluña en Barcelona.

Vista interior del balcón del palacio Bellomo

Vista interior del balcón del palacio Bellomo de Siracusa, hoy sede de la Gallería Regionale di Palazzo Bellomo. La sencillez de los elementos que se aprecian en la imagen remiten a la época en que el palacio hizo las funciones de monasterio.

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