Más tarde, en los siglos XIV y XV, los libros típicos son los llamados Libros de Horas. Acostumbran estar bellamente encuadernados, con cierres de plata; algunos de ellos van precedidos del retrato de su posesor, rodeado de los santos predilectos de su devoción o simplemente de las personas de su séquito.
Siguen después los calendarios, con la ilustración correspondiente a cada mes y el espacio destinado al santoral; a continuación viene el texto; éste lo constituyen las oraciones y rezos diarios con alguna que otra miniatura puramente decorativa a toda página, que a veces ofrece muy poca relación aparente con el contenido del libro. Por lo general, son escenas de la vida de los santos o de la Virgen, como la Natividad, la Adoración de los Reyes o la Visitación, y en algunas ocasiones, muy raras, representan escenas de los relatos del Antiguo Testamento.
En la época clásica de la miniatura parisiense, o sea el período del reinado de San Luís, las miniaturas suelen estar ricamente decoradas con oro y colores vivísimos, que se combinan y suavizan armónicamente, sin estridencias. Después, en el siglo XIV, sobre todo en la escuela de Aviñón, los campos de oro disminuyen sensiblemente para predominar los azules y verdes imitando las miniaturas de Bolonia y Siena.
Por fin, en el siglo XV, en las escuelas del centro de Francia y de Borgoña el oro desaparece por completo, los fondos recobran sus colores naturales, el cielo y los árboles sólo están salpicados con puntos y líneas metálicas de oro y plata para dar más brillantez al color.
Piedad de Villeneuve-lés-Avignon (Musée du Louvre, París). Esta obra maestra de la pintura provenzal del siglo XV es llamada así porque fue conservada en la famosa cartuja. La fúnebre y delicada belleza de Cristo, el amargo dolor de su Madre, el desconsuelo de San Juan y de María Magdalena contrastan con la serenidad dei donante, cuyo retrato admirable es uno de los mejores de la pintura gótica. De autor desconocido aunque atribuible a Enguerrand Charonton.