El avance hacia el clasicismo de la escultura exenta

En Atenas, sobre todo, se inicia una escuela de escultores decoradores que se aplica principalmente a la ejecución de estelas funerarias. En medio de la rudeza arcaica de las primeras obras de este género, empiezan a formarse los tipos clásicos. Generalmente son escenas comunes, tomadas de la vida ordinaria de cada día, y que tienden a representar al difunto en alguno de los momentos culminantes de su existencia. La deliciosa obra conocida con el nombre de Estela de Aristion representa probablemente uno de los lanceros áticos que, a pesar de su ligera indumentaria, consiguieron abatir el orgullo de los persas. Su inscripción ha conservado el nombre del retratado, Aristion, y el del artista escultor: Aristocles de Atenas. En otra estela, que da comienzo al tema del difunto en amigable familiaridad con los animales: un hombre, ya viejo, muestra a su perro un pedazo de carne. Otra estela, particularmente famosa, ha sido interpretada como la representación del hoplita (soldado de infantería ligera) que muere víctima del esfuerzo realizado en la carrera por llevar cuanto antes a Atenas la noticia de la gran victoria de Maratón.
Mucho más avanzado de estilo, aunque todavía impregnado de arcaísmo, es el bellísimo relieve descubierto en Eleusis con el mito del niño Triptolemo. El valeroso joven ha descendido a los infiernos para buscar la semilla del trigo, indispensable a los humanos; las dos diosas de los abismos subterráneos, Deméter y Perséfone, se despiden de él, y una le ciñe una corona en la cabeza. Los finos pliegues de los vestidos de las diosas representan con verdadera anticipación los de las muchachas del friso del Partenón. El artista que esculpió el relieve de Eleusis debía de estar en contacto con la escuela de Fidias o fue, por lo menos, su inmediato precursor. Pero revela un deliberado, casi afectado, primitivismo: los ojos de las figuras, vistos de plano, tienen forma de almendra, los pliegues de las ropas de Deméter caen rígidos, y los cabellos son también esquemáticamente ondulados.
Obra cumbre de la escultura arcaica es el llamado trono Ludovisi, descubierto en el año 1887, en Roma, al derribar la antigua villa del mismo nombre con objeto de formar un barrio elegante. Es un bloque de mármol con relieves en tres de sus caras y abierto en la parte anterior para formar una especie de trono. En lo que constituye el respaldo está representado el nacimiento de Afrodita en el acto de surgir de las ondas del mar; dos ninfas, en la orilla pedregosa, la recogen en sus brazos: el esbelto cuerpo de la diosa aparece húmedo, fresco y de belleza juvenil. Dos relieves simétricos representan a cada lado lo que podría llamarse el amor sagrado y el profano: en uno, la esposa, cubierta con un velo, cuida celosamente de mantener la lámpara encendida; en el otro aparece una flautista tocando su instrumento, con las piernas cruzadas y desnuda, como si se tratase de una cortesana.
Mientras con la decoración de monumentos se estimulaba la evolución de la escultura en mármol, cuya escuela principal desde principios del siglo V fue la de Atenas, en Argos y Sicione, ciudades dóricas, continuaban reproduciéndose principalmente en bronce los tipos atléticos del joven desnudo. Estas formas dóricas eran más a propósito para la fundición en metal que las más complicadas creaciones de la escultura jónica. Así pues, no tiene nada de particular que tanto Egina como Sicione y Argos continuaran siendo los grandes centros de la escultura de fundición.
Los atletas, construidos a base de líneas simples, en grandes planos, con sus formas anatómicas bien acentuadas, y las muchachas, envueltas en la indumentaria casi cilindrica de su túnica, con su peplo poco plegado, eran más fáciles de fundir que las rizadas kórai jónicas, cuyo manto caía en pliegues graciosos. Se sabe que Ageladas de Argos fundió para Delfos un grupo de caballos y prisioneros de guerra cuyo importe sufragaron los habitantes de Tarento, y que Onatas, el fundidor de Egina, era famoso por varias obras labradas en bronce, sobre todo un Zeus fulminando los rayos que acaso corresponda al gran bronce hallado en el mar cerca del cabo Artemision, pero que seguramente sería una imagen de Poseidón (hoy en el Museo Nacional de Atenas).
También se ha atribuido a Onatas la estatua en bronce de un auriga o cochero encontrada en Delfos. Actualmente se tiende a considerar al Auriga de Delfos como obra de la escuela del llamado Pitágoras de Regio. Todavía Taciano, en el siglo III d.C, menciona dos esculturas de Eteocles y Polinices, obras suyas, cuyo recuerdo quisiera destruir porque le obsesionan por su belleza, y las maldice, así como a su autor.
Por fortuna, las imprecaciones de Taciano no consiguieron destruir el bronce magnífico del Auriga de Delfos. La figura está rígida, inmóvil, con los pies planos, sin manifestar en todo el cuerpo el menor movimiento; los pliegues del ropaje caen rectos. A pesar de esta simplicidad de estilo y de su técnica severa, sin ninguna concesión amable, ¡cuánta belleza, cuán noble dignidad!
Una de las cosas que contribuyen más al gran efecto estético del Auriga de Delfos es la sabia simplificación de sus formas, ya que la sencillez de sus líneas se aviene naturalmente con las exigencias de la técnica del bronce. El metal ha corrido sin dificultad a lo largo de aquel cilindro de pliegues que viene a formar la figura y apenas ha tenido que desviarse dentro del molde para llenar un pequeño repliegue; se comprende que su fundición debía de ser empresa fácil, como el nacimiento de un nuevo ser en parto normal. Si el Auriga de Delfos hubiese sido reproducido en mármol, parecería un tronco excesivamente inmóvil, falto de vida y carente de expresión; pero ahora la vista se complace precisamente en aquella rigidez y puede apreciar muy bien los exquisitos detalles de los pliegues de la túnica floja o de los cabellos rizados sobre un cráneo casi esférico. Es de deplorar que no se haya recuperado sino una de las estatuas del grupo de que formaba parte el Auriga; únicamente un pequeño caballo de bronce que se conserva en el Museo Metropolitano de Nueva York puede dar alguna idea de lo que eran los corceles de la cuadriga.
Obra del siglo VI a.C, famosa en la antigüedad, era el grupo de los dos tiranicidas Harmodio y Aris-togitón, de Antenor, que se levantaba en el Agora de Atenas. A Antenor han atribuido algunos las esculturas arcaicas que ornamentaron el templo de Apolo en Delfos. El grupo de los Tiranicidas fue llevado de Atenas a Persia por Jerjes en el año 480 antes de Cristo, y fue devuelto a Atenas en la época alejandrina. Cuando hubo sido arrebatado por los persas, fue sustituido por otro grupo que fue admirado profundamente todavía por Pausanias, y del que no queda en la actualidad más que una simple copia en mármol de época romana. Sus autores, los artífices Critio y Nesiotes, se atuvieron estrictamente a los preceptos de la escuela dórica de fundidores de bronces, sin tener en cuenta que la obra era para Atenas y para conmemorar un hecho de gran importancia en la historia ateniense.

El Contemplador

El Contemplador (Museo Arqueológico de Olimpia). Escultura procedente del frontón Este del templo de Zeus fechada hacia el año 470 a.C. Es la representación del hombre pensativo y conmovido frente a lo inevitable, que asiste a los preparativos de una lucha fatal entre Pélops y Enomao, que habrá de decidir el destino de su ciudad.