La expansión de la cultura griega: el helenismo

 

En el teatro de Epidauro llama la atención el círculo que hay marcado en el suelo, el cual reproduce el trazado de la planta de un teatro griego tal como indica Vitruvio, esto es, con la escena situada en una tangente a la circunferencia que forman las gradas inferiores. En la época romana, el espacio para el coro quedó reducido a un mínimo, ya que la "nueva comedia" no necesitaba coro.
Las dimensiones de las graderías para el público alcanzan enorme extensión en las ciudades helenísticas. Los teatros son una verdadera vanidad de la época; las ciudades menos importantes rivalizan en construir grandes teatros que pudieran acoger a millares de espectadores. Atenas ve reconstruir su teatro de Dionisos con una suntuosidad no igualada por los otros teatros griegos. El basamento de la escena está adornado con altos relieves, y son magníficos los sillones de mármol para los magistrados y altos funcionarios.
Para completar la idea de una ciudad helenística, habría que decir algo de las tumbas, aunque reina gran eclecticismo en esta época respecto a la inhumación de cadáveres; cada región de esta nueva Grecia cosmopolita sigue practicando sus antiguos usos funerarios. Atenas continúa sus enterramientos en el Cerámico, con estelas tradicionales, sólo que los asuntos se hacen cada vez más personales y anecdóticos. A veces, los mismos antiguos temas, como el de la despedida eterna, aparecen en relieves pequeños, debajo de una profusa ornamentación de acantos; otras veces, los motivos son puramente decorativos. En Asia, las tumbas monumentales del género del Mausoleo van repitiéndose con formas más simples, como torres de basamento cuadrado o circular.
Muchas ciudades de Asia poseen gran abundancia de sarcófagos, algunos decorados con lujo insuperable. La caja marmórea para contener el cadáver no es de origen griego, sino oriental, y hasta muy avanzada la Era cristiana se exportaron sarcófagos de Asia a Grecia y Roma. Pero los asuntos de los relieves fueron al principio los favoritos de los antiguos griegos; los mismos que hemos encontrado en las urnas cinerarias: mujeres enlutadas como plañideras, carreras de carros para el funeral, esculpidos en piedra o mármol en lugar de pintados.
Intencionadamente se ha dejado para lo último hablar de los templos, porque siempre los edificios religiosos son los que guardan con más escrupulosidad las tradiciones establecidas; pero en esta época de gran renovación de formas arquitectónicas hasta las construcciones religiosas hubieron de participar del cambio que se operaba. La fe más filosófica, casi panteísta, de estos tiempos, además del culto de los dioses individuales, dio origen al gusto por los grandes altares ricamente decorados, cual se exigía a una construcción hecha en puro holocausto a la divinidad. Antiguamente los altares estaban delante de los templos; pero en esta época se edificaron altares de dimensiones gigantescas, aislados, enormes basamentos a veces decorados con relieves que demuestran, con su magnificencia, la piedad que sentían sus constructores por la nueva concepción de un Zeus cósmico.
Al tratar de Pérgamo hablaremos de su gran altar con los relieves del combate de dioses y gigantes; pero conviene recordar que aras inmensas las había también en Magnesia, y pueden verse aún los enormes restos de los altares en Agrigento, Siracusa y Paestum de esta época helenística. Obsérvese que estos altares descomunales no se destinaban para hacer sacrificios, ni aun para mantener un fuego sagrado, y el Zeus helenístico, convertido en un dios universal que sintetiza a todos los dioses, no necesitaba ofrendas, ni víctimas, ni incienso: el altar era un símbolo de su unidad y omnipresencia.
La vida municipal continuaba exigiendo, sin embargo, templos para los dioses locales, y estos fueron construidos según los antiguos modelos clásicos. Se reconoce cierta propensión a las formas asiáticas en el Olimpeión, de Atenas, y en el templo de Apolo Didímeo, en Mileto, colosal construcción también hípetra, esto es, con un inmenso patio central abierto y tres hileras de columnas en la fachada. El templo de Apolo, en Mileto, así como el de Hera, en Samos, y el de Artemisa, en Éfeso, eran octástilos y los mayores monumentos de Jonia. La excavación del templo de Mileto fue dificilísima, porque el suelo se hallaba convertido en pantano, pero resultó posible reconocer la planta, y quedan aún en pie tres columnas que permiten restablecer el alzado.
De Asia y de Egipto, pero sobre todo de las ciudades griegas de Asia, llegaban en esta época las ideas y los nuevos principios de arquitectura; por esto resulta tan importante seguir el proceso de la evolución que tuvieron en Oriente los estilos clásicos durante el período helenístico.

Sarcófago de Pamfilia

Sarcófago de Pamfilia (Museo Arqueológico de Konya). Esta obra sepulcral está hermosamente decorada con relieves de mármol.

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