Orígenes y evolución del templo griego


Sin duda alguna, el afortunado modelo del templo griego evolucionó del mcgarón prehelénico. Al humanizar la divinidad, tenía que adjudicársele habitación humana, y nada más natural que se le concediera el megarón del palacio, el lugar principal de la vida colectiva. Las excavaciones efectuadas en la planta del megarón de Tirinto han puesto de manifiesto el origen de los más antiguos templos griegos. El culto, pues, debió de comenzar en el megarón, la sala principal del palacio. Cuando más tarde cayó en ruinas la vieja construcción del alcázar, sobre el emplazamiento mismo del megarón se edificó un pequeño templo cuyos restos, superpuestos al megarón, pueden verse en las ruinas.
Todavía el lugar más importante debió de ser el altar, respetuosamente conservado en el mismo sitio, fuera en el patio, como en la época prehelénica; por esto, la base de la estatua estaba a un lado para que formara línea recta con la puerta y el altar. Desde allí, la diosa podía presidir los sacrificios que se hacían fuera, en el altar del patio.
Más tarde el templo del megarón de Tirinto hubo de reconstruirse totalmente en la propia acrópolis, y de este segundo templo se conserva todavía un capitel, que es uno de los más antiguos del llamado estilo dórico. Al fin los devotos llegaron a cansarse de subir al viejo santuario, en lo alto de la colina del alcázar deshabitado, y el culto se trasladó al llano, en la vecina ciudad de Argos, que había heredado de Micenas su carácter de capital de la región.
Otro ejemplo patente de esta sucesión del culto en los santuarios griegos es la que ofrece la Acrópolis de Atenas, que, habiendo sido en primera instancia una fortaleza prehelénica en los tiempos legendarios de Erecteo y Enomao, vio levantarse luego en su plataforma un primer templo arcaico, después el llamado Hecatompedón y por último el Partenón, construido en el siglo V antes de la era cristiana.
El megarón prehelénico sufrió, sin embargo, grandes transformaciones, las cuales acabaron por hacerle apenas reconocible. La planta siguió conservando su cella, o naos, así como la antesala, o pronaos, que tenía también el megarón; mas pronto apareció un tercer elemento posterior, una cámara que se hallaba detrás de la celia y se designaba con el nombre de opistódomos. Por último, el megarón se veía englobado dentro de un palacio que contaba muchas dependencias; no tenía más que una fachada, que daba al patío, pero al quedar el templo aislado, era natural que se decorara con otra hilera de columnas detrás del edificio y hasta con un pórtico o galería cubierta que daba la vuelta a las cuatro fachadas.
Algunas veces, el templo carecía de esta columnata exterior, y entonces se le ha llamado, en latín, in antis, porque en sus fachadas se veían únicamente las dos columnas del pronaos, lo mismo que en el megarón prehelénico. Los dos muros de la celia terminaban en dos estrechas fajas de piedra, llamadas antas. Otras veces, la columnata decoraba tan sólo las dos fachadas principales con cuatro columnas, y el templo se llamaba entonces tetrástilo; cuando la columnata corría también por las fachadas laterales, había en las dos fachadas principales seis columnas y entonces era hexástilo; si tenía ocho columnas, era octóstilo; pero el arte griego solamente produjo dos templos octástilos: el Partenón de Atenas y uno de los de Selínonte, en Sicilia. Los templos hexástilos son los más abundantes; su planta es el resultado del desarrollo natural del megarón, con las cuatro fachadas decoradas con columnas.
A veces, la forma in antis, que es la más simple y la más parecida al megarón prehelénico, indica antigüedad. Asi, por ejemplo, era in antis un templo primitivo de la Acrópolis de Atenas, del que se han encontrado los cimientos; pero más tarde se le rodeó de una hilera de columnas, con lo cual se convirtió en templo hexástilo. También demuestra la antigüedad de un templo el diámetro de sus columnas, más gruesas y menos separadas en los edificios más antiguos y que con el tiempo van distanciándose y alargándose. Basta comparar las reproducciones que publicadas, acompañando el texto, de los restos de los templos de Corinto y de Sunion para advertir la diferencia de diámetro y separación de las columnas entre un templo del siglo VI y otro de fines del siglo V antes de Cristo.
Otra señal de antigüedad en la planta de un templo griego es la longitud de la cella, que aparece larga y estrecha en los edificios primitivos, porque de esta manera era más fácil de cubrir con vigas transversales. A veces, la celia está dividida en dos naves por una fila central de columnas, y cuando ya es más ancha, una hilera de columnas a cada lado divide el espacio interior del templo en tres naves, con la particularidad de que a veces las laterales son de dos pisos. Un templo así, con tres naves, era ya el de Hera, en Olimpia; pero acaso el mejor conservado sea el de Paestum, en la Italia meridional.

Templo dórico

Los templos dóricos de la Magna Grecia, conservaron por más tiempo los caracteres arcaicos. Los dos de Paestum, el de Hera I, llamado "La Basílica" (hacia 550 a.C), y el de Hera II o de Poseidón (hacia 450 a.C), ambos construidos en piedra calcárea, aparecen palpitantes de color, severos y elegantes en sus proporciones. En Hera II, el éntasis se atenúa, mientras las columnas responden a los cánones: seis en la fachada, catorce en los laterales. Hera I presenta una curiosa anomalía: columnas impares en las fachadas -nueve- y pares -dieciocho- en los laterales.