Persia, situada al este de Mesopotamia, sobre la meseta iraní, separada de Mesopotamia por los montes Zagros, tiene una historia de cerámica con decoración pintada.
Se han excavado lugares tales como los de Tepe Sialk y Tepe Giyan, revelando que, en esta zona y alrededor de 2500 a.C., existía una cerámica similar a la de la cultura Obeid de Mesopotamia. El estilo pudo haberse originado aquí mucho antes y haber sido llevado a Mesopotamia por el movimiento de gentes desde las tierras altas, más áridas, a las fértiles tierras bajas.
Algunas de las cerámicas más bellas proceden de Susa, en la meseta; sus formas están bien pintadas y ejecutadas, con un alto grado de habilidad técnica. Incluyen jarros y vasos, así como formas semejantes a cálices o copas hechas en dos piezas, un cuenco y un fuste, unidas después entre sí.
Los dibujos originarios de Irán, están finamente pintados y bien proporcionados a la figura de la vasija. Para decorar la vasija se utilizaron combinaciones de dibujos geométricos y formas naturales, semiestilizadas, como el leopardo.
Más tarde, en Tepe Sialk, aproximadamente 1000 a.C., se desarrolló una nueva serie de formas ornamentadas y complicadas. Se produjeron vasijas con largos caños, quizás imitando pájaros, y decoradas con figuras geométricas y animales pintados. Estas vasijas con caño se hicieron probablemente con fines rituales contemporáneos y pueden haberse utilizado para verter agua en las ceremonias de lavado ritual (y práctico). Los dibujos en las vasijas se deben en gran parte a las tradiciones primitivas de cerámica pintada.
Para la decoración de las paredes en el palacio de Darío, en Susa, se utilizaron azulejos vidriados de dibujos imaginativos y ricos colores que incluían el turquesa, marrón, amarillo, verde y blanco.