El distrito de Westerwald, conocido en algún tiempo como Kannenbäckerland, o «País de los alfareros» abarcó bastantes ciudades productoras de cerámica, las más importantes fueron Grenzhausen, Grenzau y Hohr. Muchos ceramistas llegaron a esta zona huyendo de los estragos de la Guerra de los Treinta Años (1618-48) y, con el declive de la industria en Colonia, Siegburg y Raeren, florecieron las alfarerías.
A principios del siglo XVII una industria cerámica largo tiempo establecida pero ordinaria, fue repentinamente avivada y vitalizada. La cerámica vidriada a la sal hecha en esta zona hasta entonces había sido marrón, blanca o crema, según la pasta utilizada, pero los nuevos ceramistas introdujeron el uso de fondos azul cobalto y morado de manganeso, para producir cerámicas coloreadas aunque suaves.
Se desarrolló una industria próspera que floreció durante unos 200 años. El vidriado a la sal no favoreció el desarrollo de colores brillantes y el ultramar, el azul marino y el morado berenjena, se combinaron con el fondo gris, dando un efecto asombroso aunque sombrío. Las vasijas se hacían con una arcilla clara gris azulada y se decoraban con dibujos recios, relativamente inexpertos, de entallas, círculos lisos y rosetas, dependiendo para su efecto del color añadido.
La cerámica resultó muy popular en toda Alemania y otras partes de Europa. Parece que el bebedor no desea demasiada diversión en los frisos de la decoración en relieve, o instrucción con los textos, pero se inspira sin duda en las cerámicas de mayólica multicolor, lo que desea es color. Se produjeron platos, bandejas, vajillas, figuras y más tarde objetos modelados, como escribanías.