Aproximadamente 1500 a.C.- 300 d. C.
Durante el período formativo, la mayor parte de las formas básicas de la cerámica fueron comunes en toda la zona.
Se hicieron cuencos, jarros sin cuello, botellas de cuello largo, cubetas con caño, cuencos y jarros con tres pies altos y jarras con caño en estribo. A menudo se utilizaron en los platos planos patas huecas «mamiformes» (en forma de tetas).
Las técnicas decorativas implicaban recubrir la vasija con un fino engobe negro, marrón, rojo o blanco. A menudo éste se bruñía, frotándolo con un guijarro liso, para producir una superficie brillante (a veces llamada pulido).
Algunas vasijas se dejaban lisas, mientras que otras tenían un motivo geométrico sencillo. Se llevaron a cabo dibujos incisos, en ocasiones antes de que la vasija se cociese y algunas veces después, proporcionando esto último una línea más fina y seca.
La pintura «en negativo» era un procedimiento de decoración en el cual se pintaba sobre la vasija con cera caliente, u otra sustancia similar resistente; seguidamente la vasija se sumergía en un pigmento de distinto color, con lo que el dibujo se dejaba del color de la pasta, visto a través del pigmento.
La cera desaparecía, quemada en la cocción.