En Inglaterra la expansión de las ciudades, el crecimiento de la población y la disponibilidad de enormes mercados ultramarinos, alentó el crecimiento de una industria cerámica que fue líder en el mundo, tanto en cantidad como en la calidad de sus productos.
A un perfeccionamiento técnico siguió, inmediatamente, otro. Había pocas cosas que la industria cerámica no pudiese hacer, muchas veces el ingenio parecía utilizarse más en producir extrañas y complicadas formas, que en aquellas limpias y sencillas. En la Gran Exposición de 1851 se presentaron objetos de porcelana suntuosos, adornados, espectaculares, hechos por firmas como, Minton y Worcester, pero hicieron poco por alentar la confianza de los diseñadores ingleses, quienes comenzaron a percibir que había algo equivocado en el diseño inglés.
La Gran Exposición puede verse como el punto de partida en Europa del arte moderno aplicado, pues ayudó a darse cuenta de que antes de la revolución industrial, la industria y el arte no estaban separados; los artesanos eran también diseñadores y artistas. La revolución industrial separó el diseñador y el productor, los fabricantes y el arte marcharon separadamente y los procesos que antes habían sido parte de uno y de otro debían ser forzados a unirse.
Los artefactos adornados hábilmente, pero estéticamente desastrosos, mostrados en la gran exposición, alentaron el establecimiento de escuelas de arte y la aplicación final de éste a la industria, y a las escuelas de «artes aplicadas». En muchas ciudades y poblaciones se establecieron museos y, por primera vez, los artistas pudieron admirar vasijas y objetos procedentes de muchos países lejanos.
Fueron especialmente populares los objetos etnográficos procedentes de América Central y Sudamérica, África y el de Extremo Oriente. Las cerámicas decoradas de Persia y Turquía, fueron igualmente fuente de inspiración.
El crecimiento de las grandes clases medias acomodadas, que deseaban objetos de arte a precios razonables, alentó la producción de objetos hechos a mano, lo que finalmente dio lugar al movimiento Arts and Crafts. Por primera vez se reconocía como «arte» el trabajo del artesano y los que se dedicaban a él pretendieron elevar su rango al de «artista».
También fueron importantes las ideas del movimiento estético que defendía «la finalidad del arte por el arte» y no juzgaba de ninguna manera la producción de cualquier objeto, aunque fuese inútil, en otros términos que por su belleza. Deseaban extender el «arte» para incluir los objetos de uso diario como floreros y vajillas de mesa, hechos en fábricas. Las factorías establecieron departamentos de cerámica artística y animaron a los diseñadores a producir diseños elegantes y propios, muchos de los cuales se basaron en la moda de los estilos chinos y japoneses alterados.
Distintos países de Europa, y Estados Unidos reaccionaron de diferente manera, aunque existía una filosofía común oculta, especialmente en el movimiento de Arts and Crafts, que incluía un enfoque más honesto de la función y materiales y una creencia en el disfrute del proceso de ejecución. El centro de este desarrollo fueron las ideas de William Morris.