La invasión y conquista romana de Britania, en el 43 d.C., llevó una tecnología superior y sofisticada, que incluía la preparación más cuidadosa de la arcilla, un torno de alfarero eficaz y el diseño mejorado del horno.
Las cerámicas romanas de brillo rojo, hechas principalmente en la Galia, se importaron a Britania en cantidades bastante grandes; aunque excavaciones recientes en varios lugares, como Chichester y Upchurch, en Kent, indican que se hicieron cerámicas de brillo rojo en Britania.
En numerosos lugares de Britania se hizo cerámica basta sin vidriar, en cantidades bastante importantes, y, obligado es decir, que cada lugar producía alguna cerámica con sus propias características. En uno o dos centros, las vasijas se vidriaban con un vidriado de plomo delgado, amarillo pálido, como por ejemplo en Holt, en Denbighshire, se recubrían con un vidriado de plomo, cuencos torneados con decoración de engobe blanco.