A mediados del siglo, la Contrarreforma condujo a un movimiento contra el estilo historiado de representación pictórica. El desarrollo en Faenza, de un vidriado, blanco uniforme fino, estimuló la reducción y limitación de la decoración a pequeñas zonas, a menudo pintadas totalmente en azules o amarillos. Aquí pueden verse las raíces del estilo barroco de decoración que se desarrolló al comienzo del siglo XVII. En este estilo las formas no se limitaban a las hechas tradicionalmente, sino que se basaban en las formas de objetos hechos con metales preciosos.
Se produjeron, muchas veces con formas complicadas, servicios de mesa de muchas piezas, bandejas, platos, aguamaniles, refrescantes de vino, candelabros, tarros de farmacia, frascos, escribanías, bustos y obeliscos. La decoración, en su forma óptima, era delicada y limitada a una pelta de azul oscuro y claro amarillo y naranja. Los dibujos eran a menudo vivaces, teniendo el frescor de un apunte y evitando el detalle complicado y lleno de color del estilo historiado.
La cerámica exportada a Francia se conoció como fayenza, por la ciudad de Faenza, uno de los centros de producción y los ceramistas viajaron desde Italia a otros países europeos para enseñar la técnica. Ceramistas italianos se establecieron en Rúan y Nimes, Francia, y en Amberes, Bélgica.
El siglo XVII contempló la vuelta de los temas religiosos a la decoración y un gusto general por las zonas no pintadas. Se introdujeron nuevos colores, como el verde guisante, pero la paleta fue en general limitada.
Las formas barrocas fueron bastante complicadas y basadas en objetos de oro, plata, cobre y bronce. La ornamentación plástica aplicada, en forma de monstruos, esfinges, sirenas, etc., y las divisiones interiores en las vasijas, son evidencias del valor declinante de la cerámica y el sentir general de que debía hacerse imitando el metal.