El desarrollo de la cerámica al gran fuego, producida por primera vez en Occidente, fue la culminación de una larga tradición cerámica en el valle del Rin, donde abundantes suministros de arcilla modelable impulsaron la industria.
A diferencia del barro cocido de color rojo, esta arcilla gris, con su alto contenido en arena, era capaz de resistir temperaturas elevadas sin derrumbarse. Un abundante suministro de leña y, más tarde, carbón de buena calidad, así como el Rin, que hacía posible transportar fácilmente las vasijas, aseguraron el éxito continuado de la industria.
La cerámica se caracteriza por un cuerpo duro, denso e impermeable, que emite un sonido metálico claro, cuando se la golpea. Se puede decir que la loza es similar a la porcelana, ambas son vitrificadas y no porosas, pero la loza no es generalmente blanca o traslúcida.
Los vidriados que pudiesen ser cocidos a elevadas temperaturas eran desconocidos por los primeros ceramistas de loza alemanes y relativamente poco importantes, puesto que la loza es impermeable a los líquidos. Esto sin duda impulsó la utilización del vidriado a la sal, cuando se descubrió.
Las primeras formas de loza cambiaron, de ser rechonchas, a tener una característica más esbelta y gótica. Las más corrientes parecen haber sido jarras, ollas y utensilios de cocina. Se utilizaron baños de una arcilla roja fusible, tanto en decoración, como para mejorar la textura superficial de la vasija.