La expansión de un imperio y su arte

En su origen, la mezquita del Profeta en Medina constaba de un solo patio con un escabel sobre una tarima, desde el cual el Profeta predicaba todos los viernes. Aunque pronto se optó por enriquecer la construcción y se construyeron soportales de palmera alrededor del patio, y en uno de los lados se multiplicaron las crujías hasta formar una sala con muchas filas de columnas que protegía del calor, pero abierta enteramente hacia el patio. Este tipo de "lugar para la oración", como se llamaba a las mezquitas primitivas, se reprodujo en las tierras que el Islam fue conquistando. Las primeras mezquitas de al-Kufa y al-Basrah (Basora), en el desierto mesopotámico, eran aún, a imitación de esa antigua mezquita de Medina, simples patios donde se congregaban los creyentes para la oración. El patio es indispensable aun en mezquitas como las de Kairuán y Córdoba, algo posteriores y donde no parece tener más excusa que la de preparar el espíritu con un lugar reposado y facilitar las abluciones en el aljibe central.
La mezquita de Medina, importante asimismo porque alberga las tumbas de Mahoma, Fátima, Abu Bakú y Omar, fue edificada a los pocos años de la llegada del profeta, en el año 706, sobre la misma vivienda de Mahoma. Un importante incendio destruyó buena parte de la construcción a mediados del siglo XIII, aunque inmediatamente procedió a reconstruirse reproduciendo fielmente el edificio original. En la actualidad, la mezquita presenta sustanciales modificaciones, producto, por un lado, de las influencias occidentales y, también, de las relevantes reformas llevadas a cabo por el sultán turco Abdulmecit I a mediados del siglo XIX.
Una de las primeras mezquitas, única en el mundo por otros conceptos, tiene la forma de un templo octogonal. Es la llamada mezquita de Ornar, construida en la plataforma del templo de Jerusalén, sobre la roca donde la tradición suponía que Abraham intentó el sacrificio de Isaac, de donde deriva su otro nombre de Qubbat as-Sakhra, o "Cúpula de la Roca". Fue iniciada el año 643. Como quiera que durante el primer siglo de la Hégira los árabes no poseían todavía gusto por las obras de arte ni artistas capacitados, como ya se ha señalado un poco antes, se ha de admitir que la llamada mezquita de Ornar, en Jerusalén, fue construida por sirios o bizantinos, pues de otra forma es muy difícil encontrar una justificación a las evidentes influencias bizantinas que acredita. Estos no podían dar al edificio un carácter decididamente mahometano, como es lógico, por lo que resultan apreciables diversas influencias del arte de sus pueblos. Al exterior, está decorada con placas de mosaicos preciosos enviados de Constantinopla, y la cúpula está recubierta también de mosaicos con dibujos vegetales sin ningún símbolo o alusión al lugar y al destino del edificio. Se trata, por tanto, de una construcción que ya se desmarca, desde el punto de vista de la intención decorativa, de los primeros edificios religiosos islámicos.
Mientras en su primera conquista, Jerusalén, los árabes respetaron los venerables santuarios del Santo Sepulcro y la Ascensión, en Damasco ya aprovecharon como mezquita una gran iglesia dedicada a San Juan Bautista, acaso de la época de Teodosio. Este hecho, construir mezquitas sobre antiguas edificaciones religiosas de los pueblos que irían conquistando, se convertiría en algo habitual por parte de los musulmanes. La citada iglesia de Damasco tenía forma de basílica, con tres naves divididas por columnas, y aprovechaba los muros de un ágora antigua. De este modo, fue relativamente fácil para los arquitectos árabes, a partir del año 707, transformar aquel edificio en una mezquita de tres naves, reservando un patio en la fachada lateral. En las arcadas de este claustro o patio, artistas también sirios o bizantinos labraron una decoración de mosaicos con representaciones de jardines fantásticos que contrastan con la tradicional austeridad árabe. Así, estas ricas decoraciones no manifiestan ninguna característica árabe si no es por la ausencia de representaciones figuradas. Por tanto, los mosaicos de la mezquita de los Omeyas de Damasco, como los de la llamada mezquita de Ornar, en Jerusalén, no son árabes o islámicos más que por el lugar en que están. Como ya se ha señalado, presentan, por su estilo y técnica, muchos más rasgos bizantinos.
Pero al extenderse las conquistas del Islam hacia Mesopotamia y Egipto, los árabes entraron en relación con gentes y escuelas artísticas más orientales que congeniaban más con su espíritu que las de Constantinopla y aun de Siria, tan fuertemente helenizada, como ya se sabe. El Eufrates era la frontera de Persia, y al atravesarla, los árabes se encontraron con una civilización que había heredado todas las experiencias artísticas de Oriente. Las dinastías partas y sasánidas habían coincidido en establecer en las llanuras de Mesopotamia reyezuelos feudatarios fronterizos que montaban la guardia de los pasos del Eufrates a cambio de un máximo de autonomía. Eran más bien concesiones de contrabando y de pillaje que lugares de policía y aduana, pero también suponían un acuerdo de lo más práctico porque de este modo las citadas dinastías se garantizaban el control de esas fronteras sin tener que dedicar, por ello, grandes efectivos militares que suponían dinero y quizá desguarnecer otros flancos igualmente importantes para la estabilidad de sus territorios.

Mezquita de Ibn-Tulun (El Cairo)

Mezquita de Ibn-Tulun (El Cairo). De marcada influencia mesopotámica, esta mezquita es la primera en la que aparece una gran escala de arco apuntado. Aunque buena parte ha sido reconstruido, el patio mantiene la configuración primitiva.

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