El informalismo en Europa

Tras la II Guerra Mundial, Europa se ve sumergida en un clima de profunda crisis existencia!. La respuesta plástica tendrá un nombre: el informalismo. Como en todos los movimientos, se da una mirada al pasado, escogiendo el gusto por el collage de los cubistas, el azar y lo fortuito de los dadaístas y, al mismo tiempo, la atracción por todo tipo de materiales, como en el caso de Dubuffet. Cerca igualmente se encuentran los aires expresionistas y la importancia
otorgada al automatismo psíquico por los surrealistas. Es el arte del signo, del gesto y de la materia, un arte que grita entre las tinieblas de la posguerra. El uso eminentemente expresivo del óleo a base de chorreados, grandes empastes y roturas viene acompañado por la importancia concedida a otros materiales bien lejanos a la pintura, tales como la tela metálica, la arpillera y la arena.
A menudo se señala a Jean Fautrier (1898-1964) como el iniciador del informalismo en Europa. Su serie de Otages (Rehenes-, 1943-1944) refleja su sentimiento de horror ante la guerra. Plásticamente avanza el gusto por la materialidad de muchos artistas in-formalistas a través de la superposición de distintas capas de pinturas espesadas con pintura blanca. La exposición de esta serie en la Galería Drouin de París, en 1945, suele considerarse el punto de partida de la respuesta informalista.
Georges Mathieu, nacido en 1921, puede ser considerado, junto con Wols, como el introductor de la pintura sígnica y el dripping en Europa, siendo un acérrimo defensor de la llamada abstracción lírica.
Wols (seudónimo adoptado por Wolfgang Schulce, 1913-1951) expone en 1947 en la misma galería parisiense que había presentado las obras de Fautrier y Mathieu. Sus telas son plenamente informalistas, con chorreos directos, zonas matéricas obtenidas por la aplicación de pinturas en grumos y por dripping, y algunas mediante el grattage.
Cercano al espíritu de Fautrier y Wols, fue el llamado grupo Cobra (1948-1951), nombre derivado de las iniciales de las tres ciudades europeas de donde procedían sus artistas: Copenhague, Bruselas y Amsterdam. El grupo fue constituido por artistas y escritores: Karel Appel, Constant, Lucebert, Pierre Corneille, Christian Dotremont, Asger Jorn, Noiret y Pierre Alechinsky. Respiraban una fuerte deuda con el surrealismo, punto común con otros artistas informalistas, al aprovechar la libre expresión del inconsciente.
En España, el informalismo tiene dos focos de interés: Barcelona y Madrid, ofreciendo como marco de fondo la crisis existencial surgida al finalizar la Guerra Civil. En Barcelona, la aparición del grupo Dau al Set en 1948 constituyó un fuerte revulsivo para el espíritu artístico de la posguerra. Fuertemente entroncado al surrealismo, este grupo abriría las puertas en los años cincuenta al movimiento informalista, en el que participaron artistas del grupo, disgregado en 1953. Lourdes Cirlot estableció cuatro tendencias principales del informalismo catalán y aplicables en términos generales: la matérica, la pintura del signo-gesto, la tachista y la espacialista.
Antoni Tapies (nacido en 1923), tras unas primeras obras figurativas de fuerte contenido onírico en las que se percibe ya su particular gusto por la densa materialidad, desarrolla, a finales de los años cincuenta, una reducción colorística de gamas neutras y castaños que ejerció una enorme influencia en la pintura informalista de esos años, siendo August Puig y Joan-Josep Tharrats las principales excepciones. Lentamente fue incorporando todo tipo de materiales, tales como lienzos rasgados, papel, paja, cuerdas, trapos, trozos de chatarra, utilizando al mismo tiempo el procedimiento del décollage. Su obra, de fuerte contenido combativo y de compromiso social, bucea así en los temas más profundos y cercanos a las sabidurías orientales, convirtiendo la materia en soporte y la acción gestual en respuesta emotiva y dramática. Su obra ejercerá un enorme peso en muchos artistas jóvenes españoles.
Daniel Argimón (1929-1996) fue en esos años uno de los más fervientes admiradores de la vertiente matérica de Tapies. Emplea polvo de mármol junto con pigmentos y pintura al óleo, al mismo tiempo que recoge el gusto general por los colores neutros. En la tendencia matérica cabe destacar las figuras de Lluís Bosch, Armand Carmena, Enríe Planasdurá, Amelia Riera y Joan Vilacasas. La trayectoria artística de Modest Cuixart (nacido en 1925) en esos años se caracteriza por la utilización del dripping, y más tarde, ya en los años sesenta, por la incorporación, a través del collage, de muñecas rotas y quemadas que dotan a la obra de un gran dramatismo.
En la vertiente más gestual destacan las obras de Hernández-Pijuan, Eduard Alcoy, Roma Valles y Evarist Valles. Cercana a estas manifestaciones se encuentra la que da una fuerte expresividad a la mancha, y a la que Mathieu definió como "tachis-mo". Esta vertiente se caracteriza por una mayor abertura de las gamas cromáticas y por la importancia concedida al dinamismo, siendo Joan-Josep Tharrats y August Puig sus principales exponentes.
Por último, la tendencia espacialista del informalismo tuvo en Caries Planell, Joaquim Lluciá, Francisco Valbuena y Albert Ráfols-Casamada a sus principales seguidores.
Madrid fue el otro foco cultural importante. La agrupación El Paso, creada en 1957 y disuelta en 1960, proponía "un arte vigoroso y profundo, grave y significativo". Su oposición a la cultura oficial era evidente. Para ellos, el arte era un modo de expresión subjetiva, una manera de reflejar su dolor ante la realidad española. El arte informal era su "salvación particular". El grupo fue integrado por Antonio Sau-ra, Manolo Millares, Luis Feito, Rafael Canogar, Manuel Rivera, Juana Francés, Antonio Suarez, Martín Chirino, Manuel Viola, Pablo Serrano, y los críticos Manuel Conde y José Ayllón. Como denominador común a todos ellos se encuentra su mirada al pasado, a la historia y las tradiciones de su país. Su grito de rebeldía se refleja en su particular uso del color negro. La materia de Saura y Canogar es especialmente espesa y enérgica, incorporando a menudo otros elementos, como la tierra, por ejemplo, en el caso de Feito. Igualmente se percibe un abandono
de las técnicas tradicionales mediante el empleo de materiales pobres, como la arpillera por parte de Millares o del alambre de Rivera.
Antonio Saura (1930-1998) fue el principal impulsor del grupo. Sus obras reflejan un importante interes por la historia española a través de una pintura eminentemente gestual y tenebrista. Elige temas de folklore, mitología, y ejecuta sucesivas variaciones de retratos barrocos reales como arquetipos genéricos del hombre español contemporáneo del "hombre crucificado". Después de unas primeras obras fuertemente deudoras del surrealismo, Saura abandona en los años cincuenta el estallido del color por el dramatismo dado por los tonos negro y blanco, marrones u ocres. A ello se une una fuerte gestualidad y gusto por el chorreo que contribuyen enormemente al carácter dramático de su obra y a lo que él mismo define como un "campo de batalla".
Igualmente de humanidad torturada habla Manolo Millares (1926-1972) con sus arpilleras rotas, gra-fismos y densos pigmentos. Las series de los "Homúnculos" de 1958 y las "Antropofaunas" de 1969 manifiestan una fuerte agresividad ante el régimen. Millares rompe con el lienzo tradicional, destruye las arpilleras y emplea el negro, blanco y rojo para expresar su profundo dolor y el carácter eminentemente antropocéntrico de su obra. Su mirada se concentra en la figura aborigen y en la arqueología, insistiendo así en la posibilidad de un arte a partir de los desechos del hombre.
A partir de 1962 se empieza a percibir un evidente agotamiento respecto a las tendencias informalis-tas. Disuelto el grupo El Paso dos años antes, la neo-figuración y los realismos sociales cobran especial fuerza en el panorama artístico español. El año 1962 es también el de la consagración del Pop art lanzado a través de revistas como Time, Life y Newsweek.