El expresionismo abstracto estadounidense

¿En qué momento se puede situar razonablemente el principio de la participación efectiva de los Estados Unidos en los destinos del arte moderno? En 1913. En este año se celebró en Nueva York, y más tarde en Chicago y en Boston, la famosa exposición del Armón/ Show, que provocó un escándalo sin precedentes en ese país.
En 1915, Marcel Duchamp llega a Nueva York. Es calurosamente acogido en la galería 291, del fotógrafo Alfred Stieglitz, infatigable artífice de la transformación del ambiente artístico de Estados Unidos. Con el grupo Stieglitz, Picabia, llegado también a Nueva York en 1915, el fotógrafo Man Ray y el boxeador e intelectual Arthur Gravan, Duchamp organiza las primeras manifestaciones predadaístas. Pero, en el año 1923, Marcel Duchamp, que había permanecido en América, abandona la pintura para dedicarse al juego del ajedrez y Nueva York cae de nuevo en el letargo.
Pero ya algo ha cambiado. Nuevos pintores disfrutan de éxito comercial; es el caso de Stieglitz, John Marin y Charles Demuth, así como Arthur Dove, Marsden Hartley y Georgia O'Keeffe. Otros pintores "auténticamente" estadounidenses se imponen también: Hopper, Weber, Davis. Y se perpetúa en Norteamérica cierta disponibilidad ante las manifestaciones más extremistas de la vanguardia europea, y especialmente hacia el surrealismo, heredero de Dada.
En 1940, la llegada de los surrealistas refugiados de guerra constituirá el impulso fundamental para las vanguardias neoyorquinas. Jóvenes artistas aislados, aún desconocidos, fueron profundamente influidos por Max Ernst, André Bretón, Masson, Matta. Es redescubierto el mensaje de Marcel Duchamp. Aunque permanecen en Europa, los antiguos valores consagrados, Picasso, Arp y Miró, vuelven con todos los honores.
Para estos jóvenes pintores estadounidenses, la lección del surrealismo es doble. El surrealismo implica un cambio radical en la naturaleza y la esencia del acto de pintar y el gesto pictórico se convierte en emanación del puro automatismo psíquico. Por otro lado, el surrealismo entroncaba en este sentido con el existencialismo kierkegaardiano o sartriano por la exaltación del individualismo y la afirmación de la angustia de ser.
Estos jóvenes artistas nuevos encontraron en la ciudad de Nueva York, a partir de 1942, su principal apoyo en la persona de Peggy Guggenheim, directora de la galería Art ofthis Century. De 1942 a 1947, esta galería fue el verdadero centro de la vanguardia pictórica neoyorquina. Los jóvenes desconocidos de entonces, Baziotes, Rothko, Still, Motherwell, y, por encima de todo, Pollock, expusieron en ella cuando se encontraban aún lejos de la madurez de su estilo. A partir de 1948, nuevos elementos de importancia se unen a este primer núcleo neoyorquino, cambiando así la orientación de su actividad: Willem de Kooning, Franz Kline, Philip Guston, Bradley Walker Tomlin. El movimiento ha nacido.
Pero la cristalización de este fenómeno en Nueva York en torno a un movimiento de esencia neodadaísta, postsurrealista y existencialista no debe hacer olvidar la existencia de otros factores también determinantes con relación a las realidades de la época, y que, por su interacción, contribuyeron a crear la complejidad de la situación incluida en el concepto de expresionismo abstracto.
El expresionismo germánico fue aclimatado en Estados Unidos por un artista alemán de formación muniquesa, Hans Hofmann, que llegó al país en 1930. Hofmann fundará en 1934 una escuela propia que ejercerá considerable influencia sobre la pintura joven en general y más especialmente sobre personalidades como Pollock. Para sus alumnos, Hofmann asimiló el expresionismo europeo y extrajo de él la filosofía esencial. Pero fue otro emigrado europeo, Willem de Kooning (Rotterdam, 1904Nueva York, 1997), quien, en el plano más puramente plástico, había de asumir el papel de maestro neoyorquino del expresionismo abstracto. Dos influencias dialécticamente opuestas dan base a su personalidad: el expresionismo holandés y flamenco, caracterizado por la dureza y acidez de los colores, así como por la violencia emotiva del gesto y el neoplasticismo, del que ha conservado el sentido del rigor en la composición y la necesidad de dar a su gesto una estructura arquitectónica.
De Kooning se estableció en Estados Unidos en 1926. No se adherirá al movimiento neoyorquino hasta 1948 y se convierte entonces en uno de los maestros. Sus mejores obras se sitúan entre 1950 y 1952, especialmente en la serie Mujeres.
Hofmann y De Kooning contribuyeron a la aceleración de la corriente neoexpresionista neoyorquina. El éxito de esta pintura fue rápido entre los jóvenes pintores, las adquisiciones técnicas fueron llevadas al pináculo, hasta el punto de originar un verdadero academicismo de la action painting, basado en la violencia del gesto y en un gigantismo de los formatos.
De todos modos, la superación del academicismo no llegó a realizarse. Robert Rauschenberg supo sacar experiencia de aquella situación de agotamiento del gesto, lo cual le llevó a introducir el objeto encontrado (el readymade heredado de Duchamp) en su pintura expresionista, con el fin de compensar su desgaste expresivo. Sus combinepaintings anuncian así el popart, el segundo estilo totalmente americano de la posguerra.
Al mismo tiempo que el action painting, y paralelamente, se había desarrollado en Nueva York una corriente expresionista formalmente más próxima a la ortodoxia surrealista. Arshile Gorky constituye su personalidad más representativa. Las influencias combinadas de Picasso, Léger y sobre todo Miró le orientan poco a poco hacia una abstracción simbólica y formal. La pintura iniciada por Gorky y profundizada a continuación por sus seguidores más o menos directos, Baziotes y Gottlieb, sigue siendo muy intelectual. Es una pintura de ambiente que busca efectos de perturbación y de misterio.
En general, se tiende a considerar el desarrollo del expresionismo abstracto en los Estados Unidos como un fenómeno típicamente neoyorquino. Ello equivale a olvidar la importancia capital que adquirieron en este movimiento por lo menos durante el período comprendido entre 1945 y 1950 dos centros de la costa americana del Pacífico: Seattle y San Francisco.
Mark Tobey (18901976) es el gran hombre de Seattle, donde fijó su residencia en 1923, después de haber viajado a Europa y a Extremo Oriente (a China, entre otros países). Las influencias del Extremo Oriente fueron decisivas en la evolución de Tobey, que encontrará su escritura a principios de los años cuarenta. Las white writings (escrituras blancas) son conjuntos caligráficos constituidos por la adición de elementos lineales infinitesimales cuya acumulación provoca impresionantes efectos de cohesión y de densidad espaciales. Extraídos primero de temas figurativos urbanos (estudios de multitudes, iluminación nocturna de ciudades), estas composiciones evolucionaron rápidamente hacia una total abstracción y una integración cósmica del espacio pictórico. En 1957, Tobey regresó voluntariamente a la sobriedad del gesto caligráfico puro en su serie de los Space Rituals (pintura Kuni, en tinta sobre seda). Luego volvió a sus procedimientos habituales de escritura.
La actitud de Tobey es especialmente interesante en la medida en que tiende a la síntesis de las culturas de Europa y de Oriente. Además, su influencia fue grande, y no limitada a sus conciudadanos de Seattle más dotados, Morris Graves y Callahan.
Por otro lado, la situación de San Francisco hacia 1945 no podía ser más privilegiada. El esfuerzo americano de guerra desplazó hacia el Oeste a un número considerable de habitantes del Este y de la costa atlántica de los Estados Unidos. La llegada de Clifford Still, en 1947, inició el movimiento pictórico. Practicó en sus comienzos en su Dakota del Norte un expresionismo violento que después habría de afirmar durante su estancia en la costa del Pacífico. Además, su actividad docente en la California School of Fine Arts tuvo una resonancia considerable.
Clifford Still no podía ser considerado en aquella época como un pintor neoyorquino, pues sólo había vivido en la metrópoli una breve temporada en 1946. En cambio, el segundo elemento impulsor del clima de San Francisco, Mark Rothko, emigrante ruso llegado a Estados Unidos a la edad de diez años, había fijado su residencia en Nueva York en 1926, después de pasar su juventud en Portland, en Oregón. Rothko enseñó en la California School of Fine Arts en dos ocasiones, en los cursos de verano de 1947 y 1949. Estas estancias en California tuvieron para él importancia decisiva, y determinaron la orientación futura de su actividad.
Rothko, alumno de Max Weber en la Art Students League en 1926, practicó durante el primer período de su carrera un expresionismo de cariz muy europeo. San Francisco producirá en él el choque decisivo, el encuentro con la filosofía del Extremo Oriente, el rechazo de todo intelectualismo en la elaboración plástica. Rothko se libera de un embarazoso lastre de signos y de formas y busca atmósferas de elevada espiritualidad. Aparecen entonces los primeros lienzos característicos de un estilo nuevo: superposición de largas bandas de colores, liberadas de todo grafismo, que juegan entre ellas por los valores respectivos de sus tonos, ácidos o cálidos, y la imprecisión relativa de sus contornos. Las últimas obras que realizó antes de su muerte, para la capilla ecuménica de Houston, en Texas, exaltan esta culminación espiritual: la^Rothko Chapel", en el marco del Texas Institute of Religión and Human Development, fue inaugurada el 27 de febrero de 1971.
La partida de Still para Nueva York en 1950 inicia la decadencia de San Francisco. En Seattle, Tobey se encierra en su soledad provinciana. Graves se sume en una imaginería japonizante de mala ley. Se puede decir que la época del Pacífico ha concluido. Pero
este intermedio tendrá importantes consecuencias. El germen lanzado no iba a tardar en florecer. En 1950, Franz Kline inaugura sus caligrafías gigantes en blanco y negro que dan espléndido testimonio de una síntesis muy personal entre el gesto expresionista y la escritura japonesa.
Esta influencia se hace sentir de manera más intensa aún sobre los pintores que siguieron sensibles a la referencia neoconstructivista o a la herencia de Mondrian. La influencia de Still en el más grande de los espaciocoloristas estadounidenses, Barnett Newman (muerto en 1970) es evidente. Tomlin se esfuerza por flexibilizar sus estructuras y comunicarles una vibración interior. Y Guston representa bien la introducción en Nueva York de este clima nuevo. Su técnica del all over evoluciona: su gesto, un toque impresionista muy ensanchado y despojado de toda vehemencia, se diluye en formas flexibles en un espacio de tensiones y valores cromáticos muy equilibrados.
Tal es el contexto histórico en el que se desarrolló la figura culminante del expresionismo abstracto, la personalidad más importante de la pintura norteamericana: Jackson Pollock.
Pollock murió en un accidente de automóvil en 1956, a la edad de cuarenta y cuatro años. Su muerte prematura y el recuerdo de una vida vivida con la máxima intensidad han hecho de él una especie de James Dean para intelectuales adultos. Dejó una obra limitada, tanto en cantidad como en calidad, pero con momentos culminantes extraordinarios. Su etapa de madurez abarca unos siete años, de 1946 a 1953, con un período excepcional de tres años (19471950), el período del drip y de las composiciones monumentales con pintura de aluminio.
Antes y después no hubo nada o muy poco. La carrera de Pollock hace que su obra constituya a la vez un resumen y una trascendental superación de la pintura estadounidense de las décadas de 1940 y 1950. Nacido en Cody, en Wyoming, es un hombre del Oeste. Allí pasará su infancia y vivirá en repetidas ocasiones antes de instalarse definitivamente en Nueva York. Su verdadera formación artística se inicia a los diecisiete años, cuando comienza a asistir a la Art Students League. Su maestro es Thomas Benton, que aparece hoy como uno de los precursores históricos del sharpfocus y del hiperrealismo americano. Le atrae también el romántico "mágico" Ryder. Paradójicamente, el new american painter number one comienza su carrera bajo el signo de un doble manierismo provinciano. Simples ejercicios de estilos. Atraído un momento por la brutalidad del expresionismo mural mexicano, extrae del Picasso de "Guernica", más tarde se mezclan los arabescos del automatismo surrealista, la evocación de visiones simbolistas a lo Max Ernst, Masson o Miró, y las influencias notables del sonriente expresionismo de un Hofmann. Es la época inverosímil de la Loba (1943) y de los Totems. Habrá que esperar hasta 1946 para que Pollock se libere de esas embarazosas superestructuras imaginativas y de ese vocabulario heteróclito. Inicia magistralmente en 1947, con obras como la Catedral, la técnica que habría de hacerle célebre en el mundo entero, el drip, es decir, la aplicación directa de la pintura al esmalte sobre el lienzo colocado horizontalmente en el suelo.
Este método inmediato y directo, sin la mediación de los instrumentos tradicionales, correspondía perfectamente a las exigencias metafísicas de Pollock, a su deseo ardiente de agotar el acto de pintar. El artista sentía al máximo la mística del azar. Quiso y se atrevió a ir cada vez más lejos, llevando su obra a una escala monumental. El espacio en Pollock se ordena en una red inextricable de manchas, de salpicaduras y de chorreados, notable por su cohesión y su ritmo. Esta organicidad en profundidad, esta rigurosa distribución de la materia en densidad agotan la vehemencia del gesto y controlan su aparente anarquía. El espectador queda confundido ante tales logros, que tienen algo de milagroso. No es posible, por desgracia, llevar toda una vida, de hombre y de artista, a ese nivel constante. A partir de 1951, la producción de Pollock se hace desigual y, a partir de 1953, asistimos a un descenso general de su vitalidad, a un retorno a actitudes y técnicas más convencionales, al abandono del drip: durante mucho tiempo constituirá un interrogante las direcciones que habría tomado una obra tal si no hubiese sido brutalmente interrumpida en un momento tan crítico.