Sitges y Rusiñol

En Cataluña el arte finisecular es asumido probablemente de forma mucho más madura y debe entenderse, ante todo, como un movimiento defendido desde reducidos círculos de intelectuales. Rusiñol y Casas fueron los protagonistas. Rusiñol, primero, en Sitges, a la vuelta de la tan fructífera estancia en París, y más tarde Casas, convertido en líder de la cervecería barcelonesa de Els Quatre Gats. Sitges, como otros puntos de la costa catalana, se había convertido en centro de atracción para los pintores de paisaje, que habían interpretado desde una perspectiva luminista y mediterránea la pintura de paisaje de signo realista, al igual que Cadaqués, por ejemplo, cuyo aislamiento, belleza y carácter, a la vez marítimo y rural, podía atraer a los artistas e intelectuales. Sitges cautivó a Rusiñol, que quiso convertirlo en un centro de atracción ideal de esteticismo, lejos del pragmatismo de la gran ciudad, de acuerdo con los esquemas dominantes en las corrientes artísticas entonces imperantes del modernismo.
En agosto de 1892, Rusiñol reconvierte una tradicional exposición de pinturas en el Ayuntamiento, durante la Fiesta Mayor, en la Primera Festa Modernista. Más tarde, compra dos casas de pescadores, en el lugar más pintoresco de la villa, sobre el pequeño acantilado que domina la imagen arquetípica de la iglesia, que llamará el Cau Ferrat. Rusiñol reconstruye el conjunto adaptando la planta baja como vivienda y la superior como insólito museo de su colección de hierros antiguos y organiza allí las llamadas Pestes Modernistes, que serán en los años noventa las más representativas manifestaciones del grupo modernista.
Precisamente la tercera fiesta modernista en 1894, que se definió con la celebración de un certamen literario, es la manifestación que marca la introducción del movimiento simbolista en España. Rusiñol evoluciona también hacia el simbolismo a la vuelta de un viaje a Italia que hizo en compañía de Zuloaga, en el mismo 1894. Los primitivos italianos y el simbolista francés Puvis de Chavannes influyen, por ejemplo, en las alegorías de la pintura y de la música que realizó para la decoración del Cau Ferrat. Y, dentro del simbolismo decadentista, hay que situar piezas suyas tan representativas como La morfina (1894, Cau Ferrat). Incluso podría afirmarse que esta misma perspectiva es la que determina la posterior evolución de Rusiñol en el hermetismo de unos paisajes convertidos en jardines.