Área septentrional



En cuanto al área septentrional, su desarrollo cultural se efectuó en forma paralela y más o menos simultánea al del área central, aunque el estímulo original proviniera de ésta. Participando del mismo nivel cultural, y teniendo los mismos conocimientos técnicos y científicos y las mismas creencias que los pueblos hermanos del área central, los mayas de Yucatán elaboraron estilos arquitectónicos diferentes, como era de esperarse en un ambiente geográfico distinto al selvático de aquéllos. En el norte de la Península, el régimen de lluvias es bastante reducido, desaparecen los ríos y demás aguas superficiales, el suelo calizo de escasa capa vegetal produce una vegetación cada vez más baja y rala, a medida que se acerca al extremo septentrional. Pese a este medio poco favorable, los mayas y yucatecos lograron una variante muy brillante de la civilización maya, de la que son testigos los vestigios de centros ceremoniales, algunos tan antiguos como los del Peten (Dzi-bilchaltun, Coba, Edzná).
En el transcurso del siglo X de nuestra era, grupos toltecas, procedentes del centro de México, invadieron el norte de la Península e impusieron su dominio, principalmente en Chichén Itzá y con menor grado en Uxmal y otros centros. Una amalgama de técnicas constructivas, la imposición de nuevas deidades, el predominio de una casta guerrera extranjera, una temática y estilos nuevos en el arte, caracterizan la primera mitad del período posclásico (1000-1250 d.C).
Los últimos siglos, anteriores a la conquista española, muestran claramente la decadencia de esta cultura híbrida maya-tolteca, así como también el retorno de ciertos patrones clásicos mayas, particularmente en la alfarería y en la decoración de los edificios, fenómeno que se aprecia sobre todo en Mayapán y en la costa del Caribe.




Templo de los Guerreros
Templo de los Guerreros (Chichén Itzá, Mayapán). El edificio dedicado a los héroes mayas es una copia casi exacta del templo de Tlahuizcalpantecuhtli, en Tula, y presenta una serie de elementos típicos del estilo tolteca, como son las columnas de serpientes emplumadas con la cabeza apoyada sobre el friso o las esculturas recostadas en la base de personajes humanos o de felinos y águilas engullendo visceras y despojos sacrificiales. Como símbolo del sincretismo religioso, en la fachada del templo se alterna el mascarón de Chaac, dios de la lluvia, con la representación de Quetzalcóatl.