Teotihuacán


La pintura mural teotihuacana da a conocer aspectos muy variados del pensamiento eminentemente religioso de este pueblo. Todo aquí parece haber sido sometido a un complejo proceso de abstracción en el cual los colores mismos habían adquirido un valor simbólico. Así, el verde no sólo es el color de las largas y hermosas plumas del pájaro "quetzal" o del jade, dos objetos preciosos por excelencia en aquella época, sino que puede relacionarse también con la nueva y tierna vegetación que año tras año cubre la tierra; o con las gotas de lluvia o de rocío, uno de los líquidos más preciados en aquel semiárido altiplano mexicano donde el agua siempre ha sido considerada como una bendición. Y de la misma manera, el rojo es la sangre, otro de los líquidos preciosos... En este simbolismo altamente esotérico, se suceden escenas de animales mitológicos, procesiones de sacerdotes ricamente ataviados, o benéficas deidades del océano y de la lluvia. Pues directa o indirectamente, todo parece estar asociado al dios del agua y de la lluvia, el lejano antecedente del Tláloc de los aztecas y una de las más antiguas deidades de los pueblos agrícolas de Mesoamérica, probable derivación del numen "hombre-jaguar" olmeca.
Este dios de la lluvia suele representarse con el rayo o el "cetro de nubes" en la mano, presidiendo la siembra ritual o la cosecha del maíz, o más frecuentemente, derramando gruesas gotas de lluvia, o aun dispensando la abundancia bajo el aspecto de una lluvia de objetos finamente labrados en jade. Y uno de los mensajes más enternecedores del arte pictórico teotihuacano muestra al dios Tláloc en su paraíso, el Tlalocan, paraíso tropical, signo ideal para aquellos hombres del rudo altiplano mexicano; lugar de cantos, de ingenuos juegos y de deleites acuáticos entre mariposas y libélulas que revolotean, a la orilla de ríos turbulentos bordeados de arbustos de cacao, flores y plantas de maíz. Dulce e infantil paraíso soñado por aquellos hombres que supieron, sin embargo, crear una ciudad a la escala de los dioses.
La cerámica ritual, con su rica decoración esgrafiada o pintada, viene a complementar en cierta medida la documentación recogida sobre el pensamiento teotihuacano. La forma más característica es la de unas vasijas trípodes de fondo plano, de paredes ligeramente cóncavas y de tapadera cónica. Además, la frecuencia con que aparecen vasijas teotihuacanas en otras regiones de Mesoamérica constituye un elocuente testimonio de las influencias que ejerció al exterior la "ciudad de los dioses".
Uno de los aspectos más depurados del arte teo-tihuacano es la máscara ritual, en general labrada en piedra y finamente pulimentada. Con su frente cortada, sus orejas casi rectangulares y sus rasgos simplificados y bien recortados, esta máscara parece participar del afán "geometrizante" que caracteriza la arquitectura de aquella ciudad, y constituye un digno representante de la espiritualidad del pueblo teotihuacano.
Pero en el siglo VII de nuestra era, un incendio destruyó parcialmente Teotihuacán, marcando el inicio de un proceso de abandono y la consiguiente decadencia cultural en la que, por espacio de más de dos siglos, habría de caer el valle de México. Nada parece entonces capaz de detener por más tiempo las incursiones de tribus nómadas provenientes del norte del país. Y si todavía continúan sosteniendo cierto nivel cultural otras ciudades del altiplano mexicano -como Cholula, en el valle de Puebla, y Xochicalco en el de Morelos-, empieza a debilitarse aquello que se ha llamado la "Pax Teotihuacana" y que durante varios siglos había logrado mantener en toda Mesoamérica un balance político y cultural en el cual cada región desarrollaba libremente sus propias características y era respetada la autonomía relativa de cada "ciudad-estado". Sin embargo, y a pesar de las oleadas migratorias que empiezan a su-cederse a través de algunas regiones, anticipando la desintegración del mundo clásico mesoamericano, otros pueblos como los zapotecas, y sobre todo los mayas, habrán de producir todavía hasta principios del siglo X lo más hermoso de su trayectoria artística.



Almena ornamentada
Almena ornamentada, en Teotihuacán. Decoración perteneciente al templo dedicado a Tiáloc de la ciudad ceremonial, el dios del agua y de la lluvia. La imagen de la serpiente emplumada es muy frecuente en el arte mexica.