Abovedado

Los tejados arqueados de piedra, o bóvedas, han sido un elemento clave de la arquitectura desde los tiempos prerromanos. En su forma más simple, se construyen en dos muros paralelos, los cuales, mediante la forma en que se modelan y colocan las piedras, se inclinan gradualmente la una hacia la otra a medida que se elevan, encontrándose y uniéndose, eventualmente, mediante una clave central. Para que una bóveda se soporte cuando se construye desde el suelo, su peso (que genera tensiones tanto exteriores como hacia abajo) tiene que estar transferido al suelo mediante una estructura de muros y, si es necesario, mediante contrafuertes. El abovedado era esencial para crear los grandes espacios basilicales de la arquitectura clásica, y alcanzó su cénit y su mayor variedad en las catedrales de la Edad Media, las cuales parecían desafiar a la gravedad.






Uso de contrafuertes

Uso de contrafuertes

El contrafuerte se desarrolló para transferir la carga de la bóveda al suelo, sin necesidad de masivamente gruesos muros. En la arquitectura gótica, su más refinada forma, podían estar incluso separados del edificio, de tal modo que las ligeras paredes de vidrieras no tuvieran impedimentos. Estos arbotantes pueden verse en esta ilustración de la Catedral de Colonia, Alemania.

 

 

 


Bóveda de cañón

Bóveda de cañón

Esta es una bóveda cóncava (también conocida como bóveda en túnel) que es uniforme en toda su longitud. Es el primer y más básico tipo, con ejemplos que datan del siglo IX a. C.

 

 

 

 


Abovedado de catedrales

Abovedado de catedrales

La vasta área de una catedral gótica se cubre con una complicada red de bóvedas, en contraste con las bóvedas de cañón individuales de las basílicas.

 

 

 

 

 


 

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