Notas de Arquitectura

Arquitectura mágica, originaria y simbólica

Historiadores y filósofos se han inclinado en ocasiones por la división del pasado en dos corrientes fundamentales de pensamiento: la clásica y la romántica. Dos mundos antagónicos y complementarios que se suceden en el tiempo como las oscilaciones de un péndulo, o que se manifiestan simultáneos, asociados respectivamente con el sur y con el norte, con la cultura clásica del Mediterráneo y con la resistencia a asimilarla de los pueblos nórdicos. Toda división esquemática es más práctica que verdadera, pero la creencia en un anverso y un reverso de la historia nos será útil para escudriñar su significado en momentos en que la arquitectura no se sirvió del clasicismo. La tradición clásica ha sido dominante en la arquitectura occidental durante veinticinco siglos y ha conseguido el beneplácito del juicio histórico. Sin embargo, otras formas de entender la arquitectura que fueron usuales para las culturas primitivas y orientales, o para el largo paréntesis de la Edad Media, sufrieron la indiferencia, el menosprecio y la condena constantes hasta conseguir, a finales del siglo XVIII, una aceptación prudente. Lo racional, la mesura y el equilibrio anímico han sido asociados con lo clásico; la desmesura, la pasión y el desequilibrio han sido asociados a arquitecturas medievales, orientales, o a formas primitivas y originarias. Pero la gran revolución del pensamiento que fue el Romanticismo volvió la mirada hacia las artes condenadas por la razón y las abrazó en un nuevo sentido estético que supera el valor de lo bello abriendo el terreno de lo sublime. Cuando Goethe visitó la catedral de Estrasburgo narró su encuentro como una acción dramática, donde se mezclan horror y seducción. En ese momento el hombre estaba ya dispuesto a contemplar con admiración la sublimidad de una tormenta o la infinita soledad del desierto.
Más adecuado sería considerar las dos fuerzas fundamentales de la historia como dos extremos entre los cuales se debate el alma humana en el momento de la creación artística. De esta forma no podemos aceptar que el clasicismo pertenezca al exclusivo dominio de la razón y las arquitecturas no clásicas al exclusivo dominio del desvarío: el Barroco, que pertenece a la tradición clásica, se nutre de la pasión y llega al desenfreno de las formas. Miguel Ángel había sido seducido por la melancolía y por la cólera, actitudes del alma que no concuerdan con la serenidad clásica. Nietzsche, escrutando el pasado de Grecia, escribió estas palabras: "Y he aquí que Apolo no podía vivir sin Dionisio, la serena belleza sin la orgía y la desmesura." Intentaremos perseguir el significado de la obra arquitectónica cuando se encuentra más allá de las intenciones artísticas clásicas: la búsqueda de lo bello y la imitación de la naturaleza.

stonehenge

STONEHENGE (Salisbury, Gran Bretaña) La voluntad de levantar un monumento arquitectónico debió de seguir a la utilización de refugios naturales. En el origen, este tipo de acciones estaba destinado a la magia y no a la supervivencia. La arquitectura nace precisamente cuando el hombre no se limita a procurarse un refugio, sino cuando modifica significativamente el entorno natural Ritos realizados en el Neolítico, pertenecientes al culto solar, utilizaron probablemente este monumento como marco. El inmenso esfuerzo que debió de requerir la disposición de estos monolitos, configurando un círculo, nos habla de la fuerza de la voluntad que dio vida a esta obra. La soledad del entorno enfatiza la diferencia fundamental de esta acción constructiva con respecto a las simples utilizaciones de los lugares naturales.

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