Más adelante, parece que el principal núcleo para la obtención del barro se encontraba en el bosque de Valono, que proporcionaba buenas arcillas caolínicas que destacan porque son muy compactas, ofreciendo así un buen bizcocho para el baño estannífero.
Uno de los aspectos más destacados de la alfarería popular de Olivares, es la utilización del torno alto, lo que supone la existencia de un lugar concreto, denominado obrador para la elaboración de este tipo de piezas. El uso del torno alto, de 60 cm. de diámetro, estaba destinado para uso de los hombres, proporciona mayor velocidad y por ello los cacharros son más precisos y simétricos, desapareciendo el arcaísmo característico de este tipo de producción alfarera realizada sobre el torno bajo femenino y que caracterizan a las piezas de Carbellmo, Pereruela, Moveros y Muelas del Pan (hoy desaparecido).
El horno de esta cerámica era de tipo árabe, el tradicional, de forma circular pero que además tiene una pequeña cámara adosada al hornillo que es donde se introducen los ingredientes del esmalte para ser calcinados, aprovechando así el calor de la hornada, éstos debían ser molidos con posterioridad para poder preparar el baño donde después se introducían las piezas.
El trabajo de estos alfares consistía en una primera cocción corta para endurecer las piezas, las cuales luego se esmaltaban por inmersión y, tras un secado rápido, el alfarero las pintaba a pincel y se procedía a una nueva y definitiva cochura. Este barro se caracterizará por un color blanco o rosáceo (aunque también los encontramos más rojos), sobre el cual se aplica el barniz de estaño, el cual al 15% se convierte en opaca la cubierta transparente de plomo, siendo un sistema también utilizado en otros alfares como Muel (Zaragoza) en 1585.
El vidriado de la cerámica de Olivares está compuesto por estaño, plomo, arena y sal y presentaba una gama que va desde el color melado hasta el blanco lechoso de su última época y donde se aumenta la capa de barniz que le hace perder la transparencia en favor de una superficie más blanca que caracterizó esa última etapa.
Estos ingredientes eran colocados por el artesano en una cámara junto al horno, donde aprovechando el calor de la primera cocción se realizaba la aleación de plomo, estaño, arena y sal, después se procedía a su disolución en agua para el posterior baño de las piezas. Este baño estannífero se extiende de manera irregular sobre la pieza, del cual en ocasiones se transparenta el color del fondo mientras que en otras, más espeso, sobre todo en producciones a partir del XIX, se craquela o cuartea.