Nueva Guinea

La gran isla oceánica está dividida en la actualidad, por razones de herencia colonial, en dos estados: Indonesia al oeste y Papua Nueva Guinea al este, que desde 1975 constituye un Estado independien te (fue primero colonia alemana – hasta 1919 –, luego británica y más tarde, hasta su independencia, perteneció a Australia). El territorio de Indonesia lo constituye la provincia de Nueva Guinea Occidental (antiguo Irian Jaya) que fue colonia holandesa. En plena zona ecuatorial, tanto por su clima cálido y húmedo como por su intrincada geografía (que incluye una cordillera volcánica, con alturas de más de 5.000 metros y tres grandes cuencas fluviales), la población de Nueva Guinea es muy dispersa. La constituyen tres tipos de pueblos distintos: en la zona montañosa interior habitan pequeños grupos de pigmeos, restos de la primitiva población de la isla; en el norte y noroeste y en el sur habitan los papúes, mientras que los melanesios propiamente dichos son la población dominante en el oeste, sureste y en las islas vecinas. A pesar de la diversidad, todos los grupos -con la única excepción de los pigmeos – poseen una característica común: un profundo sentido estético que les lleva a decorar profusamente todos los objetos usados en cualquier ¿pecto de su vida cotidiana. Sin duda, en la actualidad, los habitantes de Nueva Guinea constituyen el más importante foco de producción del que se ha denominado en Occidente arte primitivo.
Excelentes ceramistas, decoran los trípodes que utilizan como fogones; los recipientes para cocinar, de forma semiesférica, están recubiertos de motivos geométricos excisos y pintados, y además llevan caras humanas en relieve. Las chozas unifamilares, con tejado a dos vertientes, ostentan en lo alto del gablete graciosas cabezas huecas, de rostros expresivos y sonrientes, destinadas a detener el paso de los malos espíritus.
Hábiles cesteros, fabrican bolsas para poner el producto de la recolección y para guardar la comida en el interior de las casas. Pero su mayor logro son, sin duda, las magníficas máscaras casco, hechas con fibras trenzadas, en forma de cabezas de loro, estilizadas, decoradas con bandas pintadas, y a las que enriquecen con flores y plumas de ave de rutilante colorido. Estas máscaras son utilizadas en danzas y ceremonias que se celebran con motivo de la recolección de las cosechas del ñame.
La corteza de ciertos árboles se emplea para construir tocados, como puertas de las chozas de las mujeres y también como elemento decorativo de los tímpanos de las grandes casas de reunión. En este caso, las láxninas de corteza, cuidadosamente aplanadas y suavizadas, son decoradas con motivos pintados en vivos colores representando anirnales estilizados, o grandes máscaras humanas.
En algunas zonas de Nueva Guinea, la corteza batanada y pintada es utilizada para hacer faldas para las mujeres. Las inmensas selvas tropicales proporcionan a los aborígenes excelentes materiales, que ofrecen gran variedad de posibilidades en su diversa tipología, desde maderas blandas, fáciles de trabajar y tallar, incluso con los cuchillos de pedernal o hueso que utilizaban hasta su contacto con los hombres blancos, hasta maderas durísimas, como la denominada en Occidente madera de hierro, con la que fabrican las enormes columnas y vigas de las casas de reunión.
Los indígenas de Nueva Guinea realizan, como ya se ha dicho, dos tipos de construcciones pequeñas cabañas para las mujeres con sus niños y las grandes casas para los hombres. Las primeras suelen estar construidas sobre postes para evitar las inundaciones, cuando se producen crecidas de los ríos, o simplemente para paliar los efectos de las torrenciales lluvias tropicales. Pero el gran alarde constructivo de los indígenas son las casas de reunión, que son a la vez lugar de encuentro, convivencia, templo y almacén de objetos suntuarios. Estas casas tienen una tipología bastante variada; pueden ser cuadradas, con tejados a cuatro vertientes, y construidas sobre pilares de madera, o bien estar asentadas en el suelo, con techo a dos vertientes, que se va elevando de atrás hacia adelante hasta formar en la fachada un alto frontón, el cual puede alcanzar hasta 20 metros de altura y ofrece una amplia superficie triangular que suele ser decorada con paneles de corteza pintada.

Fachada de una Casa Tambarán
Fachada de una Casa Tambarán (Abelam, Nueva Guinea). Situado entre el mar de Biskmarck y el río Sepik se levanta entre las dos orillas esta casa de culto a los espíritus típica de la zona. Su compleja pero frágil construcción obliga a renovarla cada veinte años, manteniéndose siempre una altura de 25 m. Presenta una fachada cerrada por una pequeña puerta de acceso de fibra vegetal cubierta con pinturas coloristas que dan prestigio al clan que preside el poblado. La estructura del recinto está esculpida con imágenes de divinidades y figuras de antepasados célebres.

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