Expansión de los medos y destrucción del Imperio asirio

Se conocen básicamente tres fuentes de información para reconstruir la historia de la dinastía meda, el relato de Herodoto, que procede de una fuente oral meda del siglo V a.C., algunos datos de los anales mesopotámicos y, por último, las inscripciones aqueménidas. Como puede observarse las noticias de las que se dispone son bastante limitadas, aunque las mismas permiten trazar un recorrido fiable de los inicios del pueblo persa.
Los relatos de las campañas asirías de la segunda mitad del siglo VIII a.C. mencionan algunos de los asentamientos de los medos en el noroeste de Irán. Los describen organizados en pequeñas comunidades tribales, que se situaron en dos zonas bien diferenciadas, una bajo dominio asirio y la otra, alrededor de Ecbatana, fuera de las fronteras del Imperio asirio.
A finales del siglo VII a.C. uno de estos jefes de tribu llamado Ciaxares, reunió un ejército poderoso que, teniendo como aliados a los babilonios, inició un ataque sistemático a las ciudades más importantes del Imperio asirio como Assur, Nínive y Harrán.
En 1923 se halló en Babilonia una tablilla cuneiforme en la que se relataba cómo cayó este Imperio y cómo su capital, Nínive, fue asaltada y saqueada. Se trata, por tanto, de un documento fidedigno de lo que ocurrió en ese decisivo episodio. En el año 616 a.C. comenzó el ataque a la importante ciudad de Nínive, con un ejército enemigo formado por soldados babilónicos, medos y escitas. Ciaxares firmó un tratado con el rey babilonio Nabopolasar para unirse y atacar juntos el Imperio asirio. Para dar mayor consistencia a este pacto, hizo casar una princesa meda con el heredero del trono de Babilonia, Nabucodonosor. Este matrimonio de conveniencia no fue decisivo únicamente como estrategia política sino que, a la postre, iba ser el causante de una de las obras de arte más espectaculares que haya producido nunca la humanidad. Se está haciendo referencia a los fabulosos Jardines Colgantes de Babilonia, toda una declaración de amor de Nabucodonosor a su querida esposa meda. Efectivamente, Nabucodonosor hizo construir los conocidos Jardines Colgantes de Babilonia, una de las siete maravillas del mundo antiguo, para su princesa meda, con el fin de que no echara de menos la naturaleza que la rodeaba en su región natal.
En este primer envite militar, la ciudad de Nínive logra resistir y evita la invasión gracias a la ayuda del ejército egipcio que veía la debilidad del Imperio asirio como un peligro de extrema gravedad. El Imperio babilónico era un imperio en alza, y los egipcios no veían con buenos ojos el poder que empezaba a tener.
Pero no pasaría mucho tiempo antes de que el Imperio asirio llegara a su fin. Un año después de ese primer intento, las murallas de Assur fueron destruidas, y en el verano del 612 a.C. Nínive sucumbió ante sus atacantes, muriendo en la batalla el rey asirio. Se deduce que la coalición meda y babilónica no poseía un ejército lo suficientemente fuerte como para hacer que un Imperio como el asirio, mucho más preparado que ellos, cayera ante sus ofensivas. Así que hay que buscar otras razones para entender de qué modo un imperio tan fuertemente militarizado como el asirio pudiera derrumbarse en tan poco tiempo.
Al parecer el Imperio asirio sufría desde hacía tiempo las consecuencias de la insurrección de una parte del ejército, provocando una cruel guerra civil, que hizo que poco a poco se fuera deteriorando y desintegrando. Este hecho, como es lógico, ayudó enormemente al ejército enemigo que encontró un adversario debilitado por sus propias luchas internas. Tras la victoria, medos y babilónicos se repartieron el territorio conquistado quedando la Baja Mesopotamia y la parte occidental del Imperio bajo poder babilónico y en manos de los medos la propia Asiría y los territorios montañosos al este del Tigris. Ciaxares no sólo se conformó con dominar este territorio, si no que hizo que los dominios de los medos llegaran hacia Anatolia, hasta el Asia Menor.



Friso de los leones
Friso de los leones (Musée du Louvre, París). La parte superior de la fachada del palacio real de Susa, en Irán, estaba decorado en cerámica vidriada, igual que la puerta de Ishtar de Babilonia. Para proteger el palacio, el rey mandó esculpir leones y arqueros de su ejército personal para sentirse simbólicamente resguardado.