Gustav Klimt

Judit I

1901
Óleo sobre lienzo, 84 x 42 cm.
Viena, Osterreichische Galerie Belvedere, Schloss Belvedere
“Nos imaginamos a esta Judit vestida con un traje de lentejuelas". Así comentaba el escritor Félix Salten en 1903 el cuadro, presentado en la X muestra secesionista. Representa a la heroína bíblica que sedujo al general Holofernes para luego matarlo y encarna por tanto a la mujer fatal y cruel, la "feminidad asesina" (Hevesi) protagonista de tantos cuadros y obras literarias de la época. Es sintomático que el cuadro se haya citado equivocadamente, ya en época de Klimt, como Salomé, a pesar de que el título grabado en el marco no deja lugar a dudas. La danzarina que arrancó a Herodes el permiso para decapitar a Juan Bautista protagoniza cuadros del simbolista francés Moreau, la novela de Huysmans A contrapelo y el drama homónimo de Osear Wilde, al que puso música Richard Strauss, pero también obras de pintores alemanes como Klinger y Von Stuck. La de Klimt representa, pues, bajo un disfraz de evocación antigua, representa uno de los fantasmas de finales del siglo XIX, ya evocado por el artista en la Palas Atenea de 1898. Si bien los dos cuadros tenían mucho en común, empezando por las citas arcaizantes del fondo -uno de los motivos decorativos de la Judit reproduce un relieve asirio-, con el nuevo Klimt va mucho más allá, lo que hizo observar a Hevesi: "Se ve a primera vista, éste es otra cosa en comparación con el otro, con el arcaico; aquí se pinta el hoy, mejor dicho, el mañana". Judit, provocativamente semidesnuda, luce joyas Art Nouveau y va peinada a la moda contemporánea. La pincelada, análoga a la de la Factoría de los abedules, contrasta deliberadamente con el fondo, tanto por el abundante recurso al oro como por la rigurosa bidimensionalidad. También el marco, diseñado por Klimt y hecho en metal por su hermano Georg, se encuadra en lo que Hevesi describió como perversión ornamental y que asumiría un papel cada vez más preponderante en la producción del pintor.

Judit I  

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