El Surrealismo

Crítica a la sociedad próspera

Independientemente de la acuñación del concepto, que es perfectamente datable, hubo dos hechos históricos que influyeron decisivamente en la génesis del movimiento surrealista.
Los artistas que coincidieron en París a principios de la década de 1920 compartían un profundo desprecio por la sociedad burguesa y materialista que, en su opinión, no sólo fue responsable de la Primera Guerra Mundial con sus terribles efectos y consecuencias, sino que, por la superficialidad autocomplaciente de su vida y por su fe en la omnipotencia de los logros técnicos y científicos, sucumbió a una degeneración a la que sólo se podía hacer frente con un antiarte revolucionario y nuevo. Los dadaístas habían emprendido ya campañas anarquistas contra el carácter indiscutible de esas convicciones anacrónicas, pero sobre todo de las relacionadas con el arte.
Los surrealistas se sumaron a esa corriente, aunque con la voluntad de proceder más organizadamente, en cierto sentido con un mayor acercamiento a la realidad. André Bretón, que durante las dos décadas siguientes aunaría y dirigiría las fuerzas como figura integradora y líder carismático, pensaba en un movimiento que con sus actividades introdujese un cambio efectivo. El surrealismo no se limitaba al arte y a la poesía, sino que aparecía para «resolver los problemas fundamentales de la vida», como se dice en el Primer manifiesto. Debía dirigirse a todos e introducir cambios en la sociedad y en las conciencias.
Las ¡deas de Sigmund Freud, que André Bretón interpretó de acuerdo con sus propios fines, influyeron de una manera decisiva en esta concepción. Para Bretón, la doctrina freudiana era un redescubrimiento casual de la imaginación y del sueño relegados hacía mucho a segundo término como consecuencia de la visión puramente racional predominante en aquella época y, según Bretón, los devolvía al lugar que les correspondía.
Así se desarrollaría una nueva corriente de pensamiento, una perspectiva que habilitaría también al artista para eludir el control de la razón. Si a Sigmund Freud corresponde el mérito de definir y describir el subconsciente como realidad que domina nuestros actos y pensamientos, Bretón tradujo esta concepción en un método artístico-literario basado en el subconsciente y en la imaginación, reprimidos, en su opinión, por el racionalismo, la civilización y el progreso. Las tesis de Freud desarrollaron en él la disposición a luchar contra una cultura que creía amenazada por un superego censor.
En 1916, trabajando como médico asistente en el departamento de neurología del hospital de Mantés, Bretón conoció a Jacques Vaché, cuya valoración positiva del escritor Alfred Jarry y de las no-sensaciones dadaístas evidenciaba una actitud antiburguesa. Bretón, a su vez, se interesó sobre todo por los sueños y por las cadenas de asociaciones mentales de los dementes, de los que tomaba notas.
Tras el suicidio de Vaché, en 1919, André Bretón, siguiendo la vía de la asociación libre, escribió en colaboración con Philippe Soupault diversos textos que publicó el mismo año con el título de Los campos magnéticos. Están considerados como una de las primeras manifestaciones de la écriture automatique, que en el Primer manifiesto del surrealismo Bretón describe en los términos siguientes: «Por entonces estudiaba a fondo a Freud y estaba familiarizado con sus métodos de investigación, que durante la guerra pude aplicar directamente a mis enfermos, y decidí obtener de mí mismo lo que me proponía conseguir de ellos, a saber, un monólogo que fluyese con la máxima rapidez posible, no sometido en absoluto al juicio crítico del sujeto, que por tanto no presentase ningún tipo de reserva y que en la medida de lo posible fuera pensamiento hablado».

«El acto surrealista más simple consiste en salir a la calle con un revólver en cada mano y, a ciegas, disparar cuanto se pueda contra la multitud. Quien nunca en la vida haya sentido ganas de acabar de este modo con el principio de degradación y embrutecimiento existente hoy en día, pertenece claramente a esa multitud y tiene la panza a la altura del disparo.»
André Breton


Oficina de Investigaciones Surrealistas  

Man Ray: Oficina de Investigaciones Surrealistas
Los integrantes en la sede surrealista, Rué de Grenelle, París, diciembre de 1924 De izquierda a derecha (de pie): Charles Barón, Raymond Queneau, Fierre Naville, André Bretón, Jacques-André Boiffard, Giorgio de Chineo, Paul Vitrac, Paul Eluard, Philippe Soupault, Robert Desnos, Louis Aragón; sentados: Simone Bretón, Max Morise, Marie-Louise Soupault


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