Giorgio de Chirico

Misterio y melancolía de una calle (1914)

Giorgio de Chirico

n. 1888 en Volos (Grecia), f. 1978 en Roma

Óleo sobre lienzo, 87 x 71,5 cm.
Propiedad privada

Un profundo silencio domina el escenario que nos presenta Giorgio de Chirico. Creemos oír los pasos leves de una muchachita que se dirige a la plaza entre las arcadas impulsando un aro.
Absorta en su juego da la impresión de no advertir el irrespirable ambiente y los signos amenazadores que la envuelven. ¿Qué significa el carromato de circo abierto como una trampa? ¿A quién pertenece la sombra que cae sobre la plaza delante de ella? ¿Quién se oculta en la oscuridad de las interminables arcadas?
«Entre 1913 y 1917, Giorgio de Chirico se opondrá valerosamente a la esclavización de la percepción externa, aceptada por la totalidad de los artistas de su tiempo, incluidos los innovadores en el plano formal como Matisse y Picasso. Educado en los presocráticos y en Nietzsche, su espíritu rechazará todas las llamadas que no procedan de la vida secreta de las cosas [...] Este tipo de pintura, que de los fenómenos exteriores sólo retiene lo que agita el misterio o posibilita la aparición de un presentimiento, unirá de forma inseparable el arte adivinatorio con el arte propiamente dicho. Tiene la significación de una iniciación y actúa a través de la conmoción.» Esta caracterización, formulada por André Bretón en L'Art magique (El arte mágico) en 1957, corresponde a la obra de De Chirico en el período en que pintó Misterio y melancolía de una calle (Misterio e malinconia  della strada) y, además de ilustrar sobre su singular y sumaria manera de pintar, que le llevó a renunciar a todos los detalles y a toda clase de ilusionismo, ofrece una explicación de la utilización de formas, objetos y edificios, que son siempre los mismos.
De Chirico pinta sentimientos, estados de ánimo profundos y dominantes, provocados, entre otras cosas, por las lecturas intensas de Nietzsche que llevó a cabo entre 1910 y 1911. Tanto los títulos de sus cuadros, invariablemente centrados en los conceptos de melancolía, misterio, sueño y meditación, como su repertorio formal parecen intercambiables, pues no remiten a una situación real, sino que le sirven de requisitos para construir un espacio imaginario en el que el espectador se encuentra consigo mismo.
En opinión de Bretón, el espectador descubre aquí las ¡deas que tanto tiempo mantuvo ocultas y, a través del shock del reconocimiento, tropieza con imágenes y sueños sepultados en el subconsciente. En este sentido, el cuadro de la muchachita que recorre las solitarias calles de la ciudad abandonada resulta especialmente significativo desde el punto de vista de la relación retrospectiva con las vivencias infantiles. No obstante, en la mayor parte de sus obras, De Chirico sustituye esta figura específica por símbolos generales.
Las múltiples plazas y calles dedicadas a la melancolía y al misterio, estructuradas mediante sombras profundas y rodeadas por arcadas, están vacías de figuras humanas e inquietantemente «animadas» por estatuas, entre las que aparece con especial frecuencia la escultura femenina arcaizante relacionada con una clásica Ariadna durmiente de Roma. En 1912 representaba la Melancolía en un cuadro del mismo título. De mármol y reliquia de una época muy anterior, la escultura resulta más humana y familiar que las interminablemente repetidas, frías y sombrías arcadas que la rodean.

«La obra de arte no puede tener ni sentido común ni lógica, y en este sentido está muy próxima a los sueños y al espíritu infantil.»
Giorgio de Chirico

Misterio y melancolía de una calle  

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