Max Ernst

El rey jugando con la reina (1944)

Max Ernst

n. 1891 en Brühl (cerca de Colonia), f. 1976 en París

Escayola (versión original), 97,8 x 46,4 x 52,3 cm.
Riehen / Basilea, Fondatíon Beyeler
Max Ernst pasó el verano de 1944 en compañía de Dorothea Tanning en la casa de huéspedes que el galerista Julien Levy tenía en Long Island, dedicándose intensamente a los problemas del ajedrez. Si en 1929 modeló piezas de ajedrez, que terminaron convirtiéndose en esculturas, ahora las mismas dieron lugar a obras plásticas, cuya significación y resultados trascendían ampliamente los problemas técnicos del juego. A diferencia de Marcel Duchamp, quien a partir de 1923 se dedicó apasionadamente al ajedrez y en 1932 dio a conocer su opinión sobre determinadas cuestiones específicas del mismo, este tema adquirió en las obras de Max Ernst una calidad literaria y mágica. Cabría comparar el mundo que sus figuras de ajedrez descubrían al espectador con el reino de «detrás del espejo» de Lewis Carroll, autor muy del gusto de Ernst, que traslada a su pequeña heroína Alicia a una realidad distinta, a un mundo de ajedrez situado al otro lado del espejo.
La escena compuesta por Max Ernst se desarrolla sobre un tablero de mesa dominada por el busto del rey. El soberano es al mismo tiempo figura y jugador. Sus dos largos brazos aparecen en movimiento, están a punto de desplazar las demás piezas. Su derecha protege a la reina, que es relativamente grande, en tanto que las otras figuras, más pequeñas, se sitúan a su izquierda. Su mano izquierda, que acaba de recoger un peón, sugiere que el rey actúa con ellas más desconsideradamente que con la dama a la que protege.
La especial relación entre el rey y la reina aparece en el mismo título de la escultura, El rey jugando con la reina (Le Roijouant avec la Reine), que despierta asociaciones eróticas además de románticas, dada la circunstancia de que el monarca, que protege a la reina y la abraza posesivamente, lleva cuernos. Evoca al Minotauro con su violencia sensual, el terror de la bella desnuda de la obra de Picasso, aunque la escultura de Max Ernst se caracteriza más bien por sus formas rígidas y abstractas. Sin embargo, el aspecto demoníaco del rey de su ajedrez, el autoritarismo ejercido sobre las figuras más pequeñas y la posición de abrazo y de marco de sus brazos hacen pensar al contemplar la escultura en un soberano todopoderoso, en un déspota o en una divinidad prehistórica que dirige y manipula el teatro del mundo.
Cabe interpretar El rey jugando con la reina como una imagen del juego del poder en el gran escenario de la historia. El año de su realización, la escultura se presentaba marcada por enfrentamientos dramáticos y bélicos, y proyectó su sombra incluso en la vida del artista, que tuvo que abandonar Francia y exiliarse en Estados Unidos. No obstante, esta escultura de Max Ernst parece tener una significación mucho más compleja. Teniendo presente la estrecha vinculación del artista con el surrealismo, El rey jugando con la reina se puede entender como una representación simbólica del «otro lado» de la vida del individuo, como la imagen de un poder superior no controlable racionalmente, que dirige y decide sin que la conciencia individual advierta esta manipulación radical.

El rey jugando con la reina  

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