Yves Tanguy

El jardín sombrío (1928)

Yves Tanguy

n. 1900 en París, f. 1955 en Woolbury (EE.UU.)

Óleo sobre lienzo, 91,4 x 71,1 cm.
Dusseldorf, Kunstsammlung Nordrhein-Westfalen

Yves Tanguy descubrió su vocación de pintor a los veintidós años. En París vio desde la plataforma de un autobús dos cuadros de Giorgio de Chirico, entre ellos El cerebro del niño, que estaban expuestos en el escaparate de la casa de objetos de arte Paul Guillaume de la Rué de la Boétie. Poco después de esta experiencia empezó a realizar acuarelas y a pintar, aunque sin someterse a un aprendizaje sistemático. Artísticamente, Tanguy fue un autodidacto puro y desarrolló su estilo y su técnica a través del trato con otros artistas; en este caso, las obras de Giorgio de Chirico y de Max Ernst tuvieron especial importancia en su primera época.
No obstante, también fue importante su relación con el grupo surrealista, al que permaneció fiel, sobre todo a André Bretón, hasta su marcha a Estados Unidos en 1939. Fue amigo íntimo de Jacques Prévert y de Marcel Duhamel, y vivió con ellos en una pequeña nave de la Rué du Cháteau, en la que se reunían con regularidad muchos surrealistas a principios de la década de 1920, entre otras cosas para dedicarse al juego del cadavre exquis.
Los primeros cuadros de Tanguy incorporan motivos de De Chirico y de Ernst, los cuales, sin embargo, se insertan en una atmósfera cercana a los fondos abstractos y luminosos de Miró. Es la misma luz indefinible y sobrenatural que domina desde el principio los cuadros de Tanguy extendiendo sobre ellos una frialdad mágica. En el transcurso de la década de 1920, Tanguy terminó renunciando en su pintura a todos los elementos figurativos y desarrolló sus cuadros desde la contradicción de un fondo que sugiere paisajes extraños y está animado por formas que dan la impresión de ser orgánicas.
Las superficies, brillantes por la humedad, de estas figuras y la impresión de lo blando y moldeable recuerdan a Dalí, en cuyos cuadros de miembros del cuerpo sin huesos se inspiró probablemente Tanguy. El jardín sombrío (Le jardín sombre) está también poblado por seres sin rostro, que, sin embargo, parecen demasiado móviles para dejarse reducir a las piedras de una costa bretona, de donde era el artista. Los elementos, fálicos en su gran mayoría, conforman una tropa que irrumpe desde la izquierda en las ordenadas estructuras del cuadro y las altera. En el caso de esta estructura se trata de líneas onduladas trazadas de forma mecánica que dan lugar a una superficie del mar intensamente oscura y terminan en un cielo turquesa desarrollado en forma de bandas.
Aunque estas estructuras trasladadas al lienzo mediante diversas técnicas evoquen circunstancias reales -cielo y mar-, lo artificial de su aparición es justo la condición que hace posible la atmósfera específica y amenazadoramente extraña que domina la obra. Tanguy nos invita a dirigir la mirada a un universo muy alejado del mundo real, que no admite ni los guiños poéticos de Miró ni las pesadillas concretas de Dalí.

«Pero con Tanguy surge un nuevo horizonte, uno ante el cual se extiende un paisaje que ya no es corporal.»
André Bretón

El jardín sombrío  

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