Más hacia Occidente, este simbolismo centrado en un principio femenino aparece más tarde. Posiblemente ello se debe a que lo que, en esta zona, se considera Neolítico Antiguo no tiene en realidad un carácter tan agrícola y sedentario. En la segunda mitad del III milenio, en un ambiente plenamente paleolítico y de poblados con una arquitectura defensiva bien desarrollada, son frecuentes en Andalucía -en el sudeste es la cultura de Los Millares-, Extremadura y Portugal los ídolos cilíndricos de piedra o marfil, de hueso -ídolos falange- o en placas de pizarra -las placas alemtejanas-, con representaciones muy esquemáticas en las que priman los motivos oculados. A estos pequeños objetos cultuales se les asocia con los cultos a la Diosa Madre.
Poco a poco, esta simbología ligada a unos cultos de la fertilidad, centrados en un principio femenino y propios de la sociedad neolítica europea, acabará por desaparecer, dando paso a una temática completamente diferente que refleja la imposición del principio masculino en todos los órdenes. Es difícil conocer el momento en que ocurre este cambio, pero se va detectando a lo largo del III milenio -en el período conocido como Calcolítico-, y se refleja claramente en algunas manifestaciones artísticas a partir de la Edad del Bronce.
Son, sobre todo, los ajuares funerarios los que indican que se está gestando un nuevo orden. La diferencia de riqueza en los que acompañan a los muertos son un reflejo de que los individuos, en vida, desempeñan papeles diversos según la edad y el sexo; hay diferencias de status, aunque todavía estamos lejos de las verdaderas clases sociales. Por lo general, esta individualización del rango se acompaña en las tumbas masculinas por la deposición de armas, que reflejan el papel simbólico de la guerra y del status del guerrero.
Pues bien, en lugares tan apartados de Europa como la región alpina -Val Camonica, Monte Bego- y Escandinavia -Malmö, Bohusland, Gotland- se conocen abundantes grabados rupestres, en rocas al aire libre, que desarrollan temáticas muy similares y respondiendo a una ideología similar a la que expresan las tumbas.
Generalmente se acepta que, cuando hay una agricultura de arado, esta actividad económica deja de estar en manos de la mujer para convertirse en una actividad masculina y que esto repercute en la consolidación de las sociedades patriarcales. La mujer pasa a desempeñar un papel secundario en el mantenimiento económico del grupo. Son muy frecuentes las representaciones humanas y sólo muy excepcionalmente son mujeres; aparecen figuras masculinas, como guerreros, cultivando o en actitud de orantes con los brazos levantados. Las armas parece que ocupan un lugar muchas veces central.
De nuevo, el papel predominante de la guerra como principio de reflejo de poder. En las representaciones escandinavas destacan las figuras de barcos, al principio sencillos, pero más adelante con mascarones terminados en cabezas de animales reales o fantásticos, claro precedente de las posteriores embarcaciones de los vikingos. Finalmente, hay que destacar el conocido hallazgo en el fondo de un pantano, donde fue lanzado como ofrenda, del carro de Trundholm (Dinamarca): es de bronce y representa un caballo -animal muy frecuente en el arte desde la Edad del Bronce- sobre cuatro ruedas que arrastra un gran disco de bronce, cubierto con hoja de oro decorada con franjas concéntricas de motivos también en círculos concéntricos. Es una de las representaciones más claras de la nueva religión que ha sustituido a la neolítica, centrada en el culto de la Diosa Madre. Ahora, el principio dominante es masculino, el Sol, que en su viaje diario -representado a veces por el carro tirado por un caballo o por un ave acuática- cumple con el cometido de la creación del mundo y de su continua regeneración. El Sol se convierte en fuente de toda vida.
En la península Ibérica se conocen también importantes concentraciones de petroglifos y grabados rupestres, sobre todo en el área gallega, donde predominan las representaciones de armas o de temas geométricos abstractos. Aunque el soporte sea diferente, y correspondan a ambientes funerarios, hay que citar aquí las célebres estelas alemtejanas con representaciones de armas o las posteriores estelas extremeñas, en las que aparece una figura masculina rodeada de objetos de status, como armas, fíbulas, carros, etc., que son fiel reflejo de la importancia que el simbolismo de la guerra había adquirido entre la sociedad, en este caso ya del Bronce Final.
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