Por otra parte, se cree que estas comunidades agrícolas rendían culto a la tierra, diosa madre, símbolo de la fertilidad, como parecen atestiguarlo las estatuillas de figuras femeninas, generalmente representadas desnudas, con las manos juntas delante del pecho o sobre el vientre, muchas veces coronadas por una tiara o tocado, y de formas voluminosas, fundamentalmente las facciones del rostro, menos detalladas en su modelado que el resto del cuerpo, y es probable que se tratara de cierto tipo de retrato del muerto.
Por otra parte, se cree que estas comunidades agrícolas rendían culto a la tierra, diosa madre, símbolo de la fertilidad, como parecen atestiguarlo las estatuillas de figuras femeninas, generalmente representadas desnudas, con las manos juntas delante del pecho o sobre el vientre, muchas veces coronadas por una tiara o tocado, y de formas voluminosas. Es frecuente también la representación de los estadios cruciales del ciclo vital humano, como se observa en las figuras que aluden a la concepción o al nacimiento, entre las que son habituales las de mujeres embarazadas, o con un niño en brazos.
En los poblados neolíticos era frecuente el enterramiento de los muertos. Los cadáveres se depositaban en fosas practicadas en la tierra, envueltos en un lienzo, en una estera o en una piel de animal, pero progresivamente fueron imponiéndose las sepulturas comunes, ubicadas en zonas alejadas de los poblados. Estos ritos de carácter funerario alcanzaron una expresión extraordinaria hacia la etapa final del Neolítico, con la construcción de grandes moles conocidas con el nombre de megalitos, cuyos significados no han sido aún completamente dilucidados: se trata de colosales monumentos formados por piedras grandes y toscamente labradas, erguidas en solitario o combinadas para formar una estructura. Los más antiguos datan de mediados del V milenio a.C, y muchos de ellos se conservan en buen estado.
Se cree que eran levantados con fines religiosos, pero si para algunos investigadores, como Gordon Childe, el megalitismo pone de manifiesto la aparición de una nueva religión, para otros, se trata de la manifestación del culto a los muertos propia de las culturas agrícolas y ganaderas del Mediterráneo oriental. Los principales tipos de monumentos megalíticos son el menhir, compuesto por una gran piedra clavada verticalmente en el suelo, que puede aparecer en grupos alineados, el dolmen constituido por varios menhires sobre los que se apoyan horizontalmente otras grandes piedras, y el cromlech, un círculo formado por varios dólmenes y menhires.
La función de los menhires es controvertida. Ha sido comprobado que determinados alineamientos aparecen orientados hacia los equinoccios o solsticios, por lo que a veces se los ha asociado con cultos solares; su carácter funerario es dudoso, dado que sólo en ocasiones aisladas se han encontrado restos humanos en sus bases. El conjunto megalítico más importante conservado es el de los alineamientos de Carnac en Bretaña (Francia).
Los cromlechs tuvieron también un sentido religioso, según indica, por ejemplo, la forma circular de su planta, aunque no es fácilmente determinable su significado. Generalmente aparecen orientados hacia la salida del sol, por lo que se cree que fueron santuarios astrales o, incluso, rudimentarios observatorios astronómicos. El más sorprendente de ellos es, sin duda, el de Stonehenge (Inglaterra), construido a mediados del III milenio a.C.
Se sabe que el dolmen fue una construcción destinada a enterramientos colectivos y de inhumación. Sus dimensiones y su tipología son muy variables, y suelen agruparse según la configuración de su planta. En Europa, los dólmenes aparecen concentrados sobre todo en áreas meridionales y occidentales, siendo muy numerosos en el Cáucaso.
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