La escuela de pintura veneciana

 

Este primer pintor veneciano, movido por la fuerza de la tradición, acude todavía a la antigua Bizancio, convertida en baluarte de los turcos. Gentile realizó aún, después de su regreso, varias pinturas del género en las que más tarde tenía que especializarse Carpaccio; con motivo de alguna escena sacra, pintó perspectivas de ciudad, calles y plazas y agrupaciones populares.
Gentile falleció en 1507, nueve años antes que su hermano Giambellino, de cuya muerte conocemos la fecha por una nota del diario de Marino Sanuto: "15 de noviembre de 1516. Esta mañana hemos sabido que Ziovanni Bellini, el excelente pintor, ha fallecido. Su fama corre por todo el orbe, porque, aunque ya viejo, pintaba admirablemente. Ha sido enterrado en San Zenópolo, en la misma tumba que Zentile Bellini, su hermano".
Giovanni Bellini ha dejado una extensa serie de obras. Es un temperamento pasivo. En un principio imita a su cuñado Mantegna con figuras angulosas, fuertes, para después hacerse más dulce; sus últimas Madonas, tienen encantadora suavidad juvenil y los colores son ya la nota clara y luminosa de Venecia. Giovanni Bellini resulta interesante por sus relaciones con las otras escuelas de pintura transalpinas. Alberto Durero, con ocasión de sus viajes a Venecia, se hizo amigo y familiar suyo. "Giovanni Bellini -dice- me ha alabado delante de varios nobles y personajes, y está deseoso de tener una pintura mía, aunque sea pagándola. Es un hombre excelente y, a pesar de estar ya muy viejo, es aún el mejor pintor de esta ciudad/'
Durero pintó el altar de la casa de los mercaderes alemanes en Venecia, llamado Fondaco dei tedeschi, al mismo tiempo que Giorgione decoraba la casa con frescos en su exterior. Es posible que allí Durero se encontrara a menudo con el joven Giorgione, pero éste sólo sería entonces uno de aquellos pintores que, para el reflexivo alemán,"empleaban el tiempo no más que en cantar y beber". Giambellino es el único pintor de Venecia del que Durero habla en sus cartas con simpatía. Y, en efecto, él da ya la nota veneciana, con una ingenuidad de primitivo que le hace extraordinariamente interesante. Sus santas y Vírgenes son venecianas más jóvenes que las que más tarde pintará Tiziano; en los fondos, el cielo y el suelo están tratados con un amor exquisito; algún arbolillo agita a veces sus delgadas ramas a impulsos de la suave brisa de los Alpes vénetos.
A través de Giambellino parece también que el arte veneciano recibe influjos de la pintura flamenca. Ello tuvo efecto, no sólo por causa de la contemplación de obras, sino a través de un influjo personal directo, es decir, con la llegada de un gran pintor.
En esta época, en verdad, reside en Venecia un gran artista misterioso, Antonello de Messina (hacia 1430-1479), que aporta algo del estilo profundamente realista de la pintura flamenca, con la técnica, nueva allí, del óleo. Giovanni Bellini recuerda, a veces, algo de Van Eyck en los ropajes angulosos de sus Madonas, como, por ejemplo, en la Piedad de la Pinacoteca Brera de Milán. Pero más aún a Antonello en sus retratos de medio busto, serios, expresivos, llenos de fuerte personalidad, tan característicos, reflejándose en la cara el alma de cada personaje.

Autorretrato (supuesto) de Antonello de Messina
Autorretrato (supuesto) de Antonello de Messina (National Gallery, Londres). En este rostro viril, que expresa la decisión y la autoridad, se descubre una indudable influencia de la escuela flamenca. En este pintor se funden elementos de varias escuelas, en una admirable síntesis, no sólo intelectual.

 

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