Brunelleschi

El espectador tiene entonces la impresión mágica de que existe un espejo en el eje de la nave central que refleja, una en otra, las perspectivas profundas de las naves laterales, haciendo coincidir exactamente ambas imágenes.
Si se consideran ahora los tramos de las naves laterales, en el fondo de cada uno de los cuales un arco abre paso a una capilla, se puede apreciar que la proporción entre el arco de la nave central y el de la capilla correspondiente es de 5 a 3. Estas cifras demuestran que ambos arcos tienen el "punto de fuga" común, y que para el espectador situado en medio de la nave central y que contempla uno de los tramos, los dos arcos se presentan como dos intersecciones sucesivas de la "pirámide visual". Los arcos y el fuste de las columnas están construidos en la típica pietra serena gris oscuro para subrayar el papel que juegan de articulación esencial en la sucesión de los espacios.
La misma graduación proporcional regula la distribución de los valores lumínicos: las capillas laterales no tienen aberturas al exterior, las bóvedas vahídas de las naves laterales (iguales a las del pórtico del Hospital de los Inocentes) reciben una luz matizada procedente de los óculos y la nave central está inmersa en una alta luminosidad uniforme que le proporcionan sus amplias ventanas.
Una curiosa novedad de esta iglesia, que le comunica rara elegancia, es la disposición de pedazos cúbicos de entablamento (con arquitrabe, friso y cornisa) encima de cada capitel. Esta disposición, que recuerda los grandes ábacos románicos y bizantinos, proporciona una gracia aérea precisamente al lugar situado entre el capitel y el arco, en el que se encuentran los pesos y las resistencias.
La otra basílica que Brunelleschi proyectó en Florencia, la del Santo Spirito, también tiene tres naves separadas por hileras de columnas de pietra serena que sostienen arcos del mismo material. Entre unos y otras, como en San Lorenzo, igualmente están intercalados trozos cúbicos de entablamento. Sin embargo, este monumento, proyectado en 1436, muestra nuevos y sorprendentes avances en el dominio del espacio. La altura de la nave central es exactamente el doble de su anchura, esta última dimensión es la misma de la altura de los arcos y de la distancia que hay entre éstos y el techo plano de la nave central.
Los tramos de las naves laterales, en cambio, tienen igual longitud que anchura, es decir, son cuadrados; pero su altura, como en la nave central, es el doble de su anchura. Es posible que el visitante que circula en el interior de la iglesia no tome inmediatamente conciencia de tales proporciones, pero éstas existen y contribuyen a crear una impresión de orden y serenidad.
La gran diferencia respecto a San Lorenzo consiste en que en el Santo Spirito no se construye el espacio "por planos", sino mediante una fuerte articulación de los elementos sustentantes que son utilizados aquí como elementos de construcción espacial. Así, las columnas dan la vuelta no sólo a la nave central, sino también al transepto y al presbiterio, y las capillas laterales en el Santo Spirito quedan reducidas a simples hornacinas o nichos. La proporción entre los arcos de la nave central y los de las capillas laterales, que en San Lorenzo era de 5 a 3, en el Santo Spirito es de 1 a 1, lo cual significa que los espacios laterales no están graduados en perspectiva como si fuesen dos intersecciones sucesivas de la "pirámide visual", sino que están directamente articulados con los arcos de la nave central mediante los arcos torales de las naves laterales. El conjunto forma un retículo de elementos dinámicos construidos con la oscura pietra serena que elimina totalmente la importancia de las superficies planas.
Ahora comprendemos por qué en lugar de los pilares acanalados que en San Lorenzo creaban una separación entre las capillas laterales, aquí Brunelleschi ha colocado medias columnas empotradas que soportan los arcos de los nichos u hornacinas laterales y los liga a los arcos torales; es decir que, en lugar de producir una pausa entre cada dos nichos, se acentúa al máximo la dinamización de toda la estructura sustentante. Así, las columnas se convierten en un organismo plástico autónomo que crea en torno a sí el espacio, igual como lo hace la figura humana en la pintura en este principio del Renacimiento.
Entre 1430 y 1444 (dos años antes de su muerte), Brunelleschi dirigió la capilla de los Pazzi en el claustro de Santa Croce de Florencia. En los mismos momentos en que en Barcelona se labra el encaje flamígero de la fachada de la capilla de San Jorge, cuando en Rúan es quemada por bruja Juana de Arco, la delicadeza más exquisita dirige las manos de Filippo al trazar las líneas tan puras de la célebre capilla, toda transparente de luz y racionalidad, tan lejana de la agitación y tenebrosidad góticas.
La base de esta capilla famosa fue la planta de la sacristía de San Lorenzo, con la diferencia de que aquí la cúpula no descansa sobre cuatro paredes, sino en dos muros y dos arcos casetonados cobijando unas prolongaciones laterales que convierten en rectangular el recinto que en la sacristía era cuadrado. También en la capilla de los Pazzi el espacio cúbico reservado al altar repite el pequeño cubo de la capilla anexa a la sacristía de San Lorenzo, y la pequeña cúpula sobre pechinas que cubre el altar de los Pazzi parece una reducción de la cúpula del espacio mayor rectangular, en la que figuran los cuatro medallones cerámicos, modelados por el propio Brunelleschi, que representan a los cuatro Evangelistas.
Los muros están sobriamente decorados por otros medallones en blanco y azul de Lúea della Robbia, y ritmados por pilares acanalados de pietra serena que se alzan sobre un escalón como para significar -a través de la oposición entre el gris y el blanco-que las paredes deben ser pensadas como una profundidad ilimitada, situada más allá de la estructura de pilares y arcos. En el interior del espacio, perfecto como un diamante, de la capilla de los Pazzi no hay sombras; la luz fina que se difunde sobre esta arquitectura maravillosa no parece una luz física, sino espacial, tan absoluta como el espacio mismo.
La capilla de los Pazzi es la única obra de Brunelleschi que tiene fachada exterior. Se trata de un gracioso pórtico, cuyas columnas lisas con capiteles corintios sostienen un entablamento, excepto en la parte central, donde se abre un arco. Este pórtico está cubierto con una bóveda de cañón casetonada, interrumpida por una cúpula en su parte central. La función de esta fachada es separar el espacio ilimitado y lleno de sol del exterior, del universo geométrico interno.
Por eso sus adornadísimas bóvedas y su pequeña cúpula crean una zona de penumbra entre ambos y permiten que sólo pueda llegar al interior una luz alta y uniforme que no proyecta sombras.

Interior de la iglesia del Santo Spirito
Interior de la iglesia del Santo Spirito, proyectada por Brunelleschi. Esta perspectiva permite ver las nervaduras de la bóveda de cañón de las naves laterales.